Novelado

18º Historia de un desencuentro

Al salir de la ducha, en el albergue de jóvenes de León, vino a buscarme Ricardo, - Vete con Carlos a buscar al cura a la estación, ¡o!, no se me vayan a perder. El cura llegó, y a pesar de estar los tres agotados después de todo el día, insistió en invitarnos. Así que nos acercamos al centro, a la plaza mayor, y disfrutamos un rato del ambiente de la ciudad, que me gustó muchísimo. Yo lo miraba todo con curiosidad, extrañado después de tantos años sin salir de prisión. - ¡Pareces Cocodrilo Dundee! bromeó Carlos. Y es que, desde que entré, no había salido nunca a la calle. Justo cuando me iban a sacar al primer permiso, estando en el taller, fue cuando me pusieron el parte. La gente de la calle no se da cuenta de lo rápido que gira el mundo, y de lo perdidos que podemos estar los presos al salir fuera después de un tiempo. La verdad es que pasamos un rato bien agradable paseando por León, y el cura aquel parecía que también podía reír un poco y todo. Lo cierto es que en mi casa, siempre habíamos tenido a los curas cerca. Mi familia era religiosa y practicante, y los tres hermanos fuimos a un colegio de monjas hasta pasar al Instituto. De niño me encantaba ir a la iglesia, estar en el grupo de los monaguillos, y hasta fui de cofrade algún año con los Mercedarios en las procesiones de Semana Santa. Pero ya de mayor empecé a tener discusiones fuertes en casa por la obligación de ir a Misa los domingos, que para mis padres era algo intocable. Yo me rebelaba contra la religión que le veía a mi padre, que se me antojaba parte de su visión cuartelaria de la vida, como una obligación imuesta, o contra la forma de razonarlo de mi madre, como algo que había que hacer sin cuestionárselo. Unos ritos vacíos de contenido, unas reuniones de puro convencionalismo social. Tampoco es que yo tuviera un gran planteamiento de ateísmo filosófico, simplemente las creencias me parecían parte de un mundo de postureo y de apariencias contrario a la libertad y autenticidad que yo pretendía en aquel momento buscar por otros sitios. Un entorno social en el que nos movíamos, que se me acabó haciendo asfixiante, sobre todo cuando me empecé a sentir juzgado por él. Más adelante me comenzó a molestar que saliese el tema de Dios en las reuniones, porque era de nuevo recordar el mundo del que yo había escapado, mi educación y mi familia, y reabrir viejas heridas. Así que todos estos años mantuve la distancia frente a lo religioso y las creencias de mi infancia, aunque sí es verdad que con respeto y sin resentimiento. Me acuerdo que una vez en la cárcel había ido a la Misa, simplemente por el hecho de que allí podíamos ver a las mujeres, y que después, avergonzado, me prometí a mí mismo no volver a hacerlo.


Last modified: Monday, 9 November 2020, 11:59 AM