Carta Pastoral de monseñor Barrio: “24 Horas para el Señor”

Queridos diocesanos:

"¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en cualquier tribulación nuestra hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha” (2Cor 1,3-4). Todo tiempo es tiempo de Dios y todo tiempo es tiempo de gracia. En este sentido, el Papa en este Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, nos llama a dedicar de manera especial al Señor veinticuatro horas, que es una ocasión providencial para la adoración eucarística y la participación en el Sacramento de la Reconciliación. Así nos dice: "La iniciativa "24 horas para el Señor”, a celebrarse durante el viernes y sábado que anteceden el IV domingo de Cuaresma, se incremente en las Diócesis. Muchas personas están volviendo a acercarse al sacramento de la Reconciliación y entre ellas muchos jóvenes, quienes en una experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor, para vivir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la propia vida. De nuevo ponemos convencidos en el centro el sacramento de la Reconciliación, porque nos permite experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verdadera paz interior”[1].

Esta iniciativa del Papa ha sido muy bien acogida en todo el mundo. Nuestra Archidiócesis compostelana quiere secundarla también en los días del 4 al 5 de marzo. En la Catedral, en las parroquias y en las comunidades religiosas se programarán momentos de adoración al Santísimo, lectura de la Palabra de Dios y celebraciones penitenciales que ayuden a participar en el sacramento de la Reconciliación.

La oración y la adoración eucarística

La adoración eucarística nace del convencimiento profundo, del reconocimiento sincero y de la humilde acción de gracias porque Cristo ha querido quedarse entre nosotros. "Es muy difícil para el hombre contemporáneo, por encima de la prisa y de la superficialidad en la que vivimos, estar delante de Dios en espíritu de adoración y de glorificación, de acción de gracias y de alabanza, de reparación y de consagración, de oración y de súplica que nacen de un corazón libre, porque es capaz de reconocer a Dios”. Esta actitud no es una evasión de la realidad sino un gesto de solidaridad con las necesidades y necesitados del mundo entero al hacerlos presentes en la oración. El Papa Benedicto XVI subraya la importancia de la adoración en la vida cristiana cuando dice: "Sed adoradores del Único y verdadero Dios, reconociéndole el primer puesto en vuestra existencia. La idolatría es una tentación constante del hombre. Desgraciadamente hay gente que busca la solución de los problemas en prácticas religiosas incompatibles con la fe cristiana. Es fuerte el impulso de creer en los falsos mitos del éxito y del poder”[2].

La conversión y la confesión

En la Cuaresma se nos invita reiteradamente a la conversión que es una dimensión permanente y básica de la fe. En estas veinticuatro horas tenemos la oportunidad de poner nuestra vida delante del Señor, orando desde la situación concreta de cada uno, con nuestros miedos, dudas, deseos ocultos y perplejidades sin pretender salvar nuestra imagen ni autojustificarnos, con total confianza en el Señor. A Dios acudimos desordenados porque es un Dios de misericordia que acepta nuestras debilidades: "Verme débil para encontrar su fuerza” (2Cor 12,9-10), decía san Pablo. Volver al Señor hace que nuestra fe pueda profundizarse en un proceso incesante. En este proceso se produce la reorientación de la vida hacia Dios, dando la espalda al mal, que significa no sólo apartarse de los pecados, sino también de su fuente que no es otra que el desordenado amor propio. Al sacramento de la Reconciliación hemos de acercarnos superando la rutina, la monotonía, la falta de preparación, y viéndolo como un encuentro con Dios. La confesión de Pedro que creyó en la misericordia de Cristo y se centró no tanto en su pecado sino en el perdón, es un referente para todos. Nuestro pecado ha de ser un punto de partida para a través de la fe descubrir la misericordia de Dios. Hemos de buscarnos no a nosotros mismos sino a Dios y su misericordia, creciendo constantemente en humildad para poder decir con el profeta Miqueas: "Tú, oh Señor, eres un Dios que cancelas la iniquidad y perdonas el pecado, que no mantienes para siempre tu cólera, pues amas la misericordia. Tú, Señor, volverás a compadecerte de nosotros y a tener piedad de tu pueblo. Destruirás nuestras culpas y arrojarás en el fondo del mar todos nuestros pecados” (7,18-19).

Exhortación pastoral

Queridos diocesanos, os animo a todos a participar en estas veinticuatro horas para el Señor. Viviréis una gozosa experiencia espiritual que os colmará de felicidad interior. Todo ello ayudará a prepararnos para celebrar la Pascua, cantando eternamente las misericordias del Señor. Os saluda con afecto y bendice en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

[1] FRANCISCO, Misericordiae vultus, 17.

[2] Benedicto XVI, Mensaje al Congreso Mundial de los Jóvenes, agosto de 2005.

Last modified: Monday, 20 February 2017, 5:53 PM