Carta Pastoral en la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 13 de mayo de 2018

“Fake news y periodismo de paz

El Concilio Vaticano II en su decreto “Inter Mirifica”, con un lenguaje estilista, elegante, profundo e, incluso, poético, de los años conciliares, nos recordaba que “entre los maravillosos inventos de la técnica que, sobre todo en estos tiempos, el ingenio humano, con la ayuda de Dios, ha extraído de las cosas creadas, la madre Iglesia acoge y fomenta con especial solicitud aquellos que atañen especialmente al espíritu humano y que han abierto nuevos caminos para comunicar con extraordinaria facilidad noticias, ideas y doctrinas de todo tipo. Entre tales inventos sobresalen aquellos instrumentos que, por su naturaleza, pueden llegar no sólo a los individuos, sino también a las multitudes y a toda la sociedad humana, como son la prensa, el cine, la radio, la televisión y otros similares que, por ello mismo, pueden ser llamados con razón medios de comunicación social”[1]. A la Iglesia no le ha sido nunca ajena la labor de comunicación. ¡Cómo lo iba a ser si su tarea desde el comienzo fue proclamar a los cuatro vientos la “buena noticia”, el evangelio, que había anunciado Jesús de Nazaret!

La Iglesia no se ha recluido nunca en el silencio, ha apostado siempre por la difusión de su mensaje y lo ha hecho históricamente con los instrumentos técnicos propios de cada momento: desde el pergamino (cf. 1Tim 4,13) que se utilizaba en los tiempos de los apóstoles hasta los modernos terminales que hoy nos conectan en la red digital.

Ese interés por la comunicación viene siendo acreditado por el mensaje que los papas dirigen a los profesionales de los medios en la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, una iniciativa que alcanza este año su LII edición y que el papa Francisco ha querido dedicar a un tema tan sugestivo como “Fake news y periodismo de paz”. En estos tiempos nada parece más aconsejable que reflexionar, como propone el Pontífice, sobre la presencia de la verdad en los mensajes que los medios transmiten a sus receptores. “Quisiera”, dice Francisco, “ofrecer de este modo una aportación al esfuerzo común para prevenir la difusión de las noticias falsas, y para redescubrir el valor de la profesión periodística y la responsabilidad personal de cada uno en la comunicación de la verdad”[2].

Este fenómeno de la difusión masiva de noticias falsas se ha convertido no sólo en una realidad en los medios de comunicación considerados clásicos o tradicionales, prensa escrita, radio o televisión, sino en una clara amenaza en los nuevos canales de difusión propios de las redes sociales, un entramado en el que los agentes que participan no tienen ataduras a lo que en el universo periodístico se consideran códigos éticos o comportamientos deontológicos. El Papa afirma que la expresión “fake news” se refiere “a informaciones infundadas, basadas en datos inexistentes o distorsionados, que tienen como finalidad engañar o incluso manipular al lector para alcanzar determinados objetivos, influenciar las decisiones políticas u obtener ganancias económicas[3].

Convendría recordar que el fenómeno de la comunicación siempre es una realidad social, comunitaria. En el fondo, comunicar es darse, entregar al otro lo que uno sabe, lo que uno conoce. Es una relación personal, de persona a persona. Por eso es tan importante que se garantice la verdad de lo que se transmite, porque de no ser así la propia persona podría verse dañada.

Francisco insiste en que esta “lógica de la desinformación” utiliza un “lenguaje engañoso” que “termina por ofuscar la interioridad de la persona”[4]. Idéntica preocupación por las noticias falsas muestran en nuestra nación la Asociación de Medios de Información, quien hace pocos días difundía un manifiesto en el que se abogaba por defender la verdad como valor supremo” y luchar “contra la proliferación de las llamadas ‘noticias falsas’[5]; o la Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE), quien también en  un reciente comunicado señalaba que “la libertad de prensa y libertad de expresión van unidas porque para que la primera sea realmente efectiva es necesario que la segunda esté protegida, sobre todo en estos tiempos de proliferación de falsas noticias que buscan precisamente vaciar de contenido tales derechos para minar las bases de nuestra democracia mediante la desinformación y la injerencia en los procesos electorales”[6].

Hoy, como ayer, y como mañana, no hay nada más liberador que hablar de la verdad de las cosas, que anunciar la naturaleza propia de cada acontecimiento informativo en su justa dimensión. Al comunicar noticias, al difundir ideas, al entretener con los contenidos de los medios, no se debe perder el horizonte de la trascendencia y de la dignidad de la persona. La comunicación no debe caer en la tentación de convertirse en un espectáculo. El papa Francisco nos recuerda que “el mejor antídoto contra las falsedades no son las estrategias, sino las personas”.

Y apela al papel decisivo de los comunicadores, de los periodistas: “si el camino para evitar la expansión de la desinformación es la responsabilidad, quien tiene un compromiso especial es el que por su oficio tiene la responsabilidad de informar, es decir: el periodista, custodio de las noticias. Este, en el mundo contemporáneo, no realiza sólo un trabajo, sino una verdadera y propia misión. Tiene la tarea, en el frenesí de las noticias y en el torbellino de las primicias, de recordar que en el centro de la noticia no está la velocidad en darla y el impacto sobre las cifras de audiencia, sino las personas[7].

De ahí que la Iglesia apueste por un “periodismo de paz”, un periodismo “sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes; un periodismo hecho por personas para personas, y que se comprende como servicio a todos, especialmente a aquellos –y son la mayoría en el mundo– que no tienen voz; un periodismo que no queme las noticias, sino que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos, para favorecer la comprensión de sus raíces y su superación a través de la puesta en marcha de procesos virtuosos; un periodismo empeñado en indicar soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la violencia verbal[8].

En ese camino de búsqueda de lo humano en la construcción de la verdad de la comunicación, los editores, los profesionales y los trabajadores de los medios contarán siempre con el apoyo y la gratitud de la Iglesia, que quiere seguir siendo maestra de humanidad.

Os saluda con afecto y bendición en el Señor,

+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.

 

[1] Decreto “Inter Mirifica”, 1

[2] Mensaje del papa Francisco para la 52 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2018, “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Fake news y periodismo de paz”, introducción

[3] Ibid., 1.

[4] Ibid., 3.

[5] Manifiesto de AMI en  https://www.ami.info/ami-manifiesto-defensa-libertad-prensa.html

[6] Comunicado de FAPE en http://www.asociacionprensa.org/es/noticias/noticias-de-comunicaci%C3%B3n/3511-d%C3%ADa-mundial-de-la-libertad-de-prensa-la-fape-alerta-sobre-el-etroceso-de-la-libertad-de-prensa-en-españaB1a.html

[7] Mensaje del papa Francisco para la 52 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2018, “La verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Fake news y periodismo de paz”, 4.

[8] Ibid.



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