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- General
- 1. El tiempo: El tiempo no define la madurez, el progreso, pero unos mínimos son necesarios.
1. El tiempo: El tiempo no define la madurez, el progreso, pero unos mínimos son necesarios.
"Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar..."
(Eclesiastés 3, 1-2. 4)
Como estamos hablando de caminar hacia la madurez, en muchas ocasiones oímos aquello de que la edad no es lo que importa. O dicho respecto del camino: ¿Es posible que seamos igual de maduros al principio del camino que al final, o en medio? ¿Será más o menos maduro que nosotros alguien que esté en las últimas etapas de su andar por la vida, que otro que esté empezando?
Se suele concluir que el tiempo no lo es todo, pero está contrastado que tiene mucho que tiene mucho que ver. Los antiguos filósofos ya nos decían que el cambio dependía del tiempo y del espacio. O dicho con palabras de la física: velocidad como producto de la relación entre espacio y tiempo. Esto es: necesitamos que pasen cosas para cambiar, y para ello el tiempo es una variable incontestable.
Como estamos al principio del principio de nuestro andar, lo antedicho implica que si no nos planteamos dedicar unos momentos de calidad a todo este proceso, mal vamos a llegar a ningún lado. Y si desde el principio desesperamos por que no “notamos” nada especial, tampoco estaremos dejando que actúe una de los efectos salutíferos del tiempo: que las cosas vayan aposentando y “fermentando”.
Unas preguntas: ¿Ya tienes claro qué momento del día puede ser el mejor para esta “ruta”? ¿Te has planteado qué a veces las cosas ocurren después y no en el momento que uno desea?
- 2. Poner en el lugar que le corresponde lo/los cercanos/cercanos: Jerarquizar lo que nos rodea y quienes nos rodean.
2. Poner en el lugar que le corresponde lo/los cercanos/cercanos: Jerarquizar lo que nos rodea y quienes nos rodean.
“No estéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir. ¿Es que no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas?”
(Mateo 6, 25-26)
Cuando uno se plantea la más pequeña de las excursiones, supongo que tiene que tener claro que va dejar algo sin atender para poder ir en pos del relax o de una compañía, por ejemplo.
Pues en este camino ocurre lo mismo: ¿soy consciente de que debo tener clara mi jerarquía de intereses/necesidades? Desde el punto de vista psicológico, no es sólo importante saber cuáles son las necesidades a atender, si no y sobre todo, su jerarquía. Si yo digo que para mí lo más importante es la familia y después el trabajo, ¿Qué hago todos los domingos por la mañana trabajando y dejando a la familia sola? Espero, querido lector/caminante que sepas ajustar el ejemplo a la realidad de cada cual.
Por eso, antes de empezar en serio a caminar, debo meditar y ajustar muy bien qué va delante de qué y quien va delante de quien. Como se suele decir: no se puede sorber y soplar al mismo tiempo. Tengo que dejar las cosas resueltas y organizadas para poder dedicarme a caminar. Sin dejar problemas serios detrás, pero imponiéndome a mí mismo esos principios.
De verdad, en la vida muchos de los grandes problemas de todo tipo, vienen por fallar en esto que a muchos nos puede parecer una “perogrullada”: arrepentimientos, cargos de conciencia, etc. A ver: ¿no vamos a poder dedicarnos a nosotros mismos un rato todos los días para pensar y reflexionar? Pues ánimo y ¡disciplina!
Preguntas: ¿ya has comunicado a tus allegados que vas a estar un rato todos los días dedicándote a leer esto y a pensar? (De verdad, es importante que lo sepa alguien más que uno mismo). ¿Has hecho una jerarquía de intereses? (Por favor, hazla antes de seguir) ¿De verdad: vas a cumplir lo que has pactado contigo mismo? (Aunque no pasa nada si luego voy haciendo algún ajuste, pero luego, claro).
- 3. Andar con lo necesario: Debemos partir con lo justo para el camino, sin excesos que nos lastren.
3. Andar con lo necesario: Debemos partir con lo justo para el camino, sin excesos que nos lastren.
"Y sobre el vestir, ¿por qué os preocupáis? Fijaos en los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo vestirse como uno de ellos. ¿Quién de vosotros, por mucho que cavile, puede añadir un solo codo a su estatura?
Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad"
(Mateo 6, 27-29)
Seguro que conoces la expresión: Para este camino no hacían falta estas alforjas.
Cuando nos preparamos para una tarea es conveniente hacer una lista de lo que debemos llevar. Cuando era más joven, hice con unos amigos una excursión. Yo decidí llevar pocas cosas e ir comprando por el camino la comida que fuera necesitando. Otros llevaron todo desde el primer día. Creo que no hace falta decir quién iba más descansado, y al mismo tiempo, quien probó cosas propias de cada lugar al que íbamos.
Creo que puede ser obvio este ejemplo, pero: ¿y las “otras” cargas?
En la vida con mucho frecuencia cargamos, sin darnos cuenta, con cosas de más: complejos de culpa, presiones de familiares, del trabajo…y todo ello hace que andemos con un equipaje que no nos permita andar ágiles y pudiendo apreciar los paisajes que nos vamos encontrando. Vivimos demasiado mirando a lo que dejamos atrás. Otros al contrario: se cargan con exceso de expectativas: quiero, quiero, quiero… que no consigo y me desespero (la rima no es intencionada).
Centrémonos: qué voy a hacer: un camino. Qué necesito realmente llevar. Posiblemente cada uno tiene que llevarse a sí mismo y poco más.
Es que además cuando uno se prepara en exceso, suele crearse unas falsas expectativas. Por ejemplo: cómo puede que haya hormigas, llevo un mata hormigas; como puede haber mosquitos, un repelente; como puede haber poca cobertura del móvil, un teléfono vía satélite; como puedo tener mucho calor a pesar de ir en invierno, meto unos bañadores; como…como… Y qué pasaría si de repente me encuentro que no llevo bañador y veo la ocasión de bañarme: pues en ropa interior y tengo una anécdota que contar a la vuelta, amén de experimentar mi capacidad de adaptación, mi capacidad de abandonar ciertos complejos…
El Camino es metáfora de la vida misma que disfruta de compartir y comprobar cómo se multiplica todo lo bueno haciendo grande la dignidad humana a cada paso en un vaso de agua, en una cura médica, en una mano, en una oración, en un descanso, en una palabra, en un corazón hospitalario, en una eucaristía.
- 4. Asumir fracasos y frustraciones: Los planes son necesarios, pero hay que ser flexible
4. Asumir fracasos y frustraciones: Los planes son necesarios, pero hay que ser flexible
"El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará"
(Lucas 17, 33)
Bueno, ya nos hemos preparado y empezamos a caminar, llenos de ganas, proyectos, todo bien preparado y pensado. Vamos, todo en orden. Pero, continuando lo que decíamos ayer….
Cuando se va iniciar una tarea, las personas se suelen debatir entre dos extremos: por un lado están los que piensan que lo mejor es ir improvisando, y por el otro están los que lo calculan y prevén todo. Como nos podemos imaginar, lo aconsejable esta, de nuevo, en el término medio.
Pero en los pasos de días anteriores desde aquí ya sugerimos la conveniencia de hacer algunos planes. Ya pero la realidad no siempre nos favorece su cumplimiento ¿verdad? Vaya, qué pensábamos hacer veinte kilómetros diarios y sin cansarnos demasiado, pero hemos acabado haciendo doce y con los pies agrietados…
Ya nos encontramos con una situación que nos puede bloquear, desanimar o más bien una ¡de la que podemos aprender!: pues aprendamos a no ser tan rígidos: en plan pensamiento oriental: ¿qué aguanta mejor el viento, un tronco rígido o una caña de bambú?
Son muchas las ocasiones en que “vivimos sin vivir”, como que la vida pasa por nosotros sin que nosotros pasemos por la vida. En realidad, tomar conciencia es hacerse preguntas sobre quién soy, qué significa mi vida, qué metas quiero lograr.
Si tenemos bien las raíces, los pensamientos previos, mejor aguantaremos esas cosillas que surgen en el día a día y nos chafan. No sólo no nos sentiremos defraudados, si no que buscaremos una nueva idea a partir de ello.
Un par de preguntillas: no sé si sabéis que los deportistas estiran sus músculos antes y después del ejercicio para, entre otras cosas, no perder flexibilidad: ¿qué clase de estiramientos mentales haces?(ejemplo: ¿hasta dónde estamos dispuestos a disculpar un error propio o ajeno?) y la segunda: ¿te paras a analizar por qué no se cumplieron tus planes con la frecuencia requerida? (es decir, ni a cada instante y me bloqueo, ni muy de tarde en tarde)
- 5. Humildad: Voy a hacer lo que pueda, aunque no todo depende de mí
5. Humildad: Voy a hacer lo que pueda, aunque no todo depende de mí
"Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado"
(Lucas 14, 11)
Como aún estamos en esos primeros días de caminata, creo que es bueno pararse a pensar, de nuevo, en algo relacionado con la planificación.
Y es que a algunos se les da por creer que todo lo que les sale bien en la vida es sólo mérito de ellos mismos y sólo de ellos.
La experiencia, también de nuevo, nos suele poner en esa creencia cuando nos creemos los únicos listos y que saben lo que hay que hacer. Y además que si algo sale mal será la culpa de otro.
Pues bien, aquí sugiero que al caminar por la vida, levantemos los ojos del suelo ¡y del móvil! Y miremos y veamos nuestro entorno: desde que nos levantamos todas nuestras rutinas son una parte de las rutinas de LA VIDA, no sólo de MI VIDA. Esto es: no es que sea sólo una pieza de un mecanismo, pero también lo soy. La vida está compuesta de interacciones más o menos próximas y/o lejanas de nosotros, tanto física como temporalmente. Si no nos hemos generado nosotros mismos, ¿cómo se nos puede ocurrir ir por la vida pensando que todo es producto de nuestro esfuerzo únicamente?
Recordad que desde el principio dije que algunas de las etapas de este camino virtual podrían parecer obviedades. Esta es una más, pero que nadie piense que estas cosas no ocurren: el orgullo excesivo y mal enfocado (lo hay bueno), nos suele conducir a algo tan simple como el egocentrismo, muy lejos de la madurez personal y emocional.
En el Camino de Santiago no hay escondrijos, no hay recovecos, no hay trastienda, sino uno mismo frente al reto de avanzar, paso a paso, hacia la meta humana de amar, porque descubrimos que amar a otros nos libera, comparte el bien y ofrece lo mejor de uno mismo a todos sin exclusión, sin apropiación. Nos enseña a tomar distancia de la autocomplacencia y/o la sobrevaloración de uno mismo para ordenar la vida en comunión con todo lo creado.
Para pensar: dice nuestro diccionario de la Real Academia de la Lengua que la humildad es: “Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”. ¿Conozco y obro?
- 6 Descanso/trabajo: Combinar el andar con el meditar, pensar
- 7 Autodominio: La importancia del autocontrol
7 Autodominio: La importancia del autocontrol
"Poned empeño en añadir a vuestra fe, la virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio"
(2 Pedro 1, 5-6)
Vamos a dar por hecho que ya han pasado esos primeros días en los que los planes han sido puestos a prueba y seguirán siéndolo.
A partir de ahora, la idea es poner cada día un tema, una “piedra”, un algo con lo que nos encontramos para pensar y llevar a la práctica algo relacionado con ese pensar.
Empezamos con el autodominio. Aquí nos vamos a referir a la capacidad de dominarnos. Y aquí, como en la mayoría de las ocasiones, estaremos partiendo de la búsqueda del equilibrio.
¿Por qué es importante el autodominio para madurar y avanzar? Básicamente por la propia existencia del mismo: el autodominio parte de un pensar en él y de un querer llevarlo a la práctica? En el pensar, casi lo primero, es saber qué o quiénes somos. En saber ponderar nuestros límites, los de los demás y las posibilidades de cambio.
De un tiempo a esta parte oímos con cierta frecuencia este tipo de expresión: “mira, yo soy así y no voy a cambiar” Y además vista como una virtud genial.
Vamos a usar un poco la imaginación: tenemos a una persona que al andar pisa mal. Lleva caminando varios días y cada vez le duele más el pie, la pierna, la espalda… y no sabe por qué.
El caso es que, en un momento determinado, en el que había el móvil se le había quedado sin carga y no llevaba los auriculares (de esos que te permiten no oír nada de fuera) y no estaba viendo un interesante vídeo en plena Sierra de Outes sobre la cría de berberecho en Estambul (por ejemplo), oye una conversación de unas personas que van cerca de él que hablan sobre un problema parecido a suyo, pero con la coincidencia de que uno de ellos es médico (puede parecer un poco rocambolesco, pero ya dije que íbamos a usar la imaginación). Y lo que oye es que puede ser que esté apoyando mal el pie.
Nuestro caminante decide fijarse en su pie, y en cómo lo apoya. Piensa en otras formas de apoyarlo, en pararse en una farmacia a pedir ayuda, vamos que toma conciencia de su problema, busca soluciones y luego las aplica. Al caso: si se centre en su pie, y logra modificar la posición, podemos decir que se ha autodominado. ¿Verdad? Su autodominio de la habrá enseñado unas cuantas cosas: que no se puede estar pendiente siempre de lo mismo; que no se trata de ir por la vida distrayéndose de ella; etc.
Pero hay más: también con frecuencia nos encontramos con personas que “no llevan una vida”, si no que “la vida los lleva” Esto suele acarrear fatiga, estrés, desánimo, aburrimiento, desidia, etc.
Pues pongámonos manos a la obra: analicemos, pensemos, busquemos información y/o ayuda, y empecemos a poner por obra algunos pequeños cambios. Os aseguro que la sensación es maravillosa, de autosuperación, de orgullo propio…lo que se llama mejorar la autoestima.
Para finalizar alguna sugerencia: ¿me he planteado alguna vez qué tendría que hacer para respirar más despacio a mi voluntad?... Ya contaréis.
- 8 Nos relacionamos con los otros. El aspecto relacional: nos encontramos con otros caminantes
8 Nos relacionamos con los otros. El aspecto relacional: nos encontramos con otros caminantes
"A quien te fuerza a caminar una milla, acompáñalo dos; al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda"
(Mateo 5, 41-42)
Habitualmente el camino real suele hacerse en compañía, y ser aconseja que sea así. Este, el virtual, se hace solo. Lo cual no quiere decir que no debamos estar pendientes de los que nos rodean a lo largo de la jornada.
Y es que precisamente una de las piedras de toque de nuestra evolución es todo lo que rodea nuestro trato, nuestra relación con las personas. Si pensamos que vamos a madurar solo por y para nosotros, vamos un poco despistados.
Esto es así por dos motivos igual de importantes.
1º De los otros recibimos: su mera presencia, sus comentarios, sus experiencias, sus problemas, sus risas…un sinfín de datos que pueden ser un gran estímulo para nuestro propio crecimiento. Hay quien dice que vivimos en una época de individualismo. Pues llevémosles la contraria y observemos, miremos a nuestros compañeros de camino, escuchémosles, y apreciemos ese rato de coincidir con ellos para recibir algo de sus vidas.
2º A los otros le damos: otro tanto ocurre con el dar, no sólo están/estamos unos alrededor de los otros para recibir, también para aportar. También hay agoreros que dicen que cada uno va a lo suyo. De nuevo y llevando la contraria: contestemos, animemos, aconsejemos, contemos chistes…algo que indique que el otro es algo más que un estorbo en el camino.
Al principio de este proceso, decíamos que teníamos que calcular el equipaje y el tiempo. En el sentido de avisar y/o comunicar a nuestros allegados que nos íbamos de camino. Pues bien, qué pasaría si todo esto proceso no estuviera abierto a todas esas personas que nos encontramos cada día en nuestra casa, en nuestro trabajo, en los medios de transporte…pues sería algo parecido al sastre que hace trajes preciosos para nadie. Absurdo, ¿no?
Si uno de los indicadores de la madurez es el paso del egocentrismo al altruismo, pues eso: ¿me pongo en la actitud de dejarme influir por los demás, de dejar que me aporten algo? ¿Estoy dispuesto a correr el riesgo de, por ejemplo, dar algún consejo, ánimo…? ¿O me lo guardo todo para mí, no vaya a ser que…?
- 9. La responsabilidad: Sobre nosotros mismo y hacia los demás
9. La responsabilidad: Sobre nosotros mismo y hacia los demás
"Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas"
(Mateo 7, 12)
Muy relacionado con el día anterior, pero usando una palabra que, cuando menos no está de moda: la responsabilidad. Hace poco se veía un anuncio en la tele que se basaba en que nadie quiere comprometerse, nadie quiere responsabilidades a ningún plazo.
Eso sí, nos gusta exigírselas a los demás.
La responsabilidad hace referencia a asumir las consecuencias morales respecto de algún acto (u omisión). Con frecuencia esto suele traer consigo que muchas personas entienden que para no tener responsabilidades lo mejor es “no hacer nada”. Y la conclusión es muy sencilla: si no hago lo que debería, estoy, literalmente, haciendo lo que no debo. Seguro que a muchos se nos pueden ocurrir ejemplos: si voy en mi camino y me lastimo, pido ayuda y no me la dan: el no ayudarme, ¿es o no una acción/omisión?
En la jornada de ayer animábamos a estar pendientes de los que nos rodean. Y de lo que nos rodea. Somos responsables de cada pequeña acción o inacción respecto de nuestra existencia y creer que no la tenemos sólo puede traer consigo una falsa sensación de felicidad. Sería la felicidad de “inconsciente”, del que va por la vida creyendo que nada ni nadie va con él.
Pero cuidado: no nos vayamos al otro extremo y nos creamos los responsable de todo y sobre todo, de cosas que no dependen de nosotros. Si hoy voy al trabajo y llueve, la culpa no es mía. Si doy un consejo y no lo siguen, o alguien engaña…los otros son libres de hacer con su vida lo que crean. O puedo ser responsable, pero no el único responsable.
Y por último para hoy: ejercer la responsabilidad o pensar en ella, debe alejarse del sentimiento de culpa negativo y paralizador. Es bueno sabernos responsables de algo y tirar para adelante, aprender…si nos quedamos parados porque nos bloqueamos, vamos mal. Fallos los podemos cometer todos, como se suele decir “el que esté libre de pecado….”, así que ánimo, ejerzamos algo de los que vamos aprendiendo.
Claro, cómo no, cuando el camino se afronta “en abierto” descubrimos que la fortaleza que crece dentro de nosotros, puede crecer igualmente dentro de la persona con la que comparto este proceso, metáfora de la vida misma, porque estamos igualmente cansados, igualmente de sucios por el camino, igualmente motivados, con temores parecidos y expectativas propias, igualmente humanos y solidarios. Un proceso similar, salvando distancias, el que Dios hizo en la encarnación de su Hijo Jesús.
Una pregunta sencilla: ¿cómo te sentiste la última vez que ejerciste tu responsabilidad en una situación algo comprometida? (y ¿cómo crees de verías haberte sentido?)
- 10. Moderación: Cierta austeridad…
10. Moderación: Cierta austeridad…
"He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad"
(Filipenses 4, 11-12)
No hace falta ser un genio para darse cuenta que esto de vivir con lo imprescindible no es lo que se lleva.
Quizás lo que más sabemos todos es lo que se refiere a tener cosas. Pero, ¿qué es la austeridad en el pensar, en el meditar?: si recordáis uno de los primeros requisitos para este camino era seleccionar lo que pudiera hacernos falta, hacer una especia de lista, de jerarquía. Pues ¿qué haremos para que nuestro pensar sea también ligero, sin una mochila excesiva?
Simplificar, organizarse, ordenar la importancia de los asuntos. Imaginemos un caminante que da dos pasos para adelante, dos para atrás, uno a la izquierda, dos adelante, un salto de dos metros… acabará agotado y sin apenas avanzar. Pues con los pensares ocurre algo parecido: pienso en que debería haberme disculpado con mi amigo, pienso que tengo trabajo sin hacer, pienso en una anécdota de hace años con mi amigo, pienso en lo que haré el fin de semana, me pongo a hacer la cena, vuelvo a pensar en el problema con mi a migo, vuelvo a pensar que no soy buen amigo, “pues anda que él”… ¡¡¡Párate!!! ¡¡¡Organízate!!! Si quieres abordar un tema, sé austero, simplifica, sé efectivo, no te cargues de más de lo que necesitas para ESE problema o tema.
A mucha gente le gusta, además, acaparar cosas. Muchas veces incluso sin darse cuenta. Pues el caso es que también hay personas que los gusta acaparar sentimientos negativos, penas que contar (para dar pena), tristezas de la vida en definitiva. Si eres de esos: haz limpieza, ventila tu pensar, vive con lo mínimo y necesario para andar por la vida.
Ya, qué fácil, ¿no? ¿Y qué es lo indispensable para andar por la vida?
Voy a ser un irresponsable y no os voy a dar ninguna idea…o sí: amar.
- 11. El perdón: De nuevo hacia nosotros y hacia los demás
11. El perdón: De nuevo hacia nosotros y hacia los demás
"Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; perdonad, y seréis perdonados”
(Lucas 6, 36)
Un sentimiento generalizado cuando hacemos algo malo, es que nos perdonen. Lógicamente si la persona afectada nos importa lo suficiente. Además también nos suele gustar que esa falta no quede archivada para otra ocasión (lo que suele suponer que se olviden de lo que hicimos).
En definitiva, que nos gusta que nos perdonen y que se olviden.
Vaya, vaya ¿y nosotros estamos dispuestos a hacer lo mismo por los demás?
Ayer hablábamos de caminar en el pensar con lo mínimo: pues lo cierto es que ir cargando por la vida con un montón de recuerdos de ofensas recibidas va en contra de la simplicidad y la austeridad. Vamos más “sueltos”, más “ágiles” por la vida sin tener que hacer constantemente recuento de lo que los demás nos deben por ser nosotros “tan buenos que perdonamos”.
Lo dicho hacia los demás seguro que ya lo habíamos oído antes. Pero ¿cómo es eso de perdonarnos a nosotros mismos? Lo cierto es que la cosa no es tan sencilla, ya que solemos debatirnos entre dos extremos: la autodisculpa permanente y la autoculpabilización permanente.
La autodisculpa suele significar que no tenemos un punto de referencia moral claro y suficientemente “alto”. Vaya, que si cada vez que ofendemos a alguien nos comparamos con alguien del que ya sabemos que no suele dar mucho de sí, pues enseguida vemos que “nosotros no somos tan malos”. O si no ponemos ningún remedio a nuestros fallos y siempre estamos repitiéndonos “mañana lo hago mejor” sin más. Un consejillo: coge a un buen amigo y cuéntaselo. A ver qué pasa…lo digo, porque a veces nos disculpamos a nosotros mismos, pero sabemos que si alguien allegado y con buen criterio lo supiera lo vería con otros ojos. Posiblemente nos perdonaría, pero a lo mejor nos haría alguna corrección. Luego la prueba del algodón es: ¿estoy dispuesto a contarlo y atenerme a las consecuencias?
En el otro extremo, decíamos, está el no saber salir de nuestra culpa. La pregunta que recomiendo hacernos es: ¿hemos algo tan malo que no habría forma de explicarlo y enmendarlo de algún modo? Por ejemplo: nosotros vivimos en el primer mundo: ¿creemos que los del tercer o cuarto mundo podrían perdonarnos? El sentirnos culpables es buena señal. Indica que buscamos mejorarnos porque tenemos una referencia moral por encima de nosotros mismos, pero por eso mismo, usemos esa referencia para salir de bloqueo –si lo hubiera- y avanzar de modo creativo y positivo.
Todos los seres humanos necesitamos despertar la voluntad de perdón y entendimiento para cada día en las múltiples direcciones en que caminamos constantemente hacia el encuentro con los otros. Es muy importante mantener a raya el orgullo, el rencor y la desconfianza para resolver relaciones rotas, muchas veces para dejarlas ir porque no nos aportan lo bueno; para conciliar ideas enfrentadas; para reparar sentimientos dañados… Se trata de todo un viaje espiritual, como el Camino de Santiago, un viaje silencioso hasta el umbral de la propia puerta, de la puerta del otro y de la puerta de Dios.
- 12. La paciencia: Saber que el camino es un proceso
12. La paciencia: Saber que el camino es un proceso
"Sed pacientes, fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos contra otros..."
(Santiago 5, 8-9)
Hablar de los beneficios para la salud del ejercicio de la paciencia no creo que haga falta. Ni siquiera explicar en qué consiste.
Sólo basta decir que es tan buena que con mucha frecuencia se la pedimos a los demás… pero menos a nosotros mismos.
Dicen que los tiempos modernos se caracterizan por tener poca capacidad de posponer los logros, las metas. ¿Qué experiencia más importante puede haber para alguien que aún no ha llegado a la mitad del camino, qué aún ve lejos la meta?
Pero es que además la paciencia debería ir de la mano de su gran amiga la esperanza. Por qué esperar desde el pesimismo es muy poco recomendable.
Veamos, pues, la paciencia aplicada a los otros y la aplicada a nosotros.
Hacia los demás es bueno no ponerles prisa en ciertos temas y avisarlos de que la usen con nosotros. En este camino que hemos emprendido hace doce días, espero (ya dije que no lo podíamos separar) que cada uno tuviera claro que el objetivo se iba a alcanzar con lentitud, que importaba el propio camino y no sólo la meta, que no sólo íbamos a alcanzar grandes metas si no otras minúsculas pero no menos importantes. Y esta perspectiva afecta a nuestra relación de los demás con nosotros y a la inversa. Debemos darle al otro su derecho a que tengamos paciencia con él, que lo animemos a persistir si tiene momentos de desánimo, pequeños “despistes”, o meteduras de pata con nosotros. Debemos “pacienciar esperanzadoramente”.
Hacia nosotros. Puede que lo más difícil sea confundir la paciencia con la autodisculpa, con el ir postergando el ansia por cambiar algo de nosotros mismos que necesite una mejora. La paciencia debería aplicarse a saber que ciertas cosas necesitan tiempo y espacio para que puedan crecer y dar sus frutos en otro tiempo y lugar. Incluso en alguien fuera de nosotros mismos.
Vamos que no siempre nos vamos a encontrar que ese mensaje que mandamos a nuestro interior va a ser respondido inmediatamente como si fuera un mensaje de wasap y aparezca, ya, la señal de leído. Y menos aún la contestación.
Este camino que hemos empezado es ni más ni menos un proceso, un ir haciéndose. Incluso después de llegar a la meta. El camino lleva toda la vida. Si al llegar al último día de este recorrido creemos que ya no hay que seguir dando pasos, es que no hemos entendido nada. Lo siento.
Y para acabar, un ejercicio: pídele alguna cosa a alguien conocido hoy y no esperes la respuesta inmediata, aguanta y reflexiona “sin prisa”. Haz lo mismo contigo: proponte retrasar todo lo posible una cosa de la que tengas muchas ganas. Y dedica la espera a no perder los nervios, incluso a disfrutar de la espera.
- 13. Perseverancia/ser sufrido: El no desánimo si toca “sufrir” (las “ampollas”)
13. Perseverancia/ser sufrido: El no desánimo si toca “sufrir” (las “ampollas”)
“Considero que los sufrimientos del tiempo presente son nada en comparación con la gloria que se revelará en nosotros”
(Romanos 8, 18)
Sé que se corre el riesgo de considerar que este tema es redundante con el de ayer. Pero la intención es añadir un plus a la visión madura que deberíamos tener de nuestra experiencia de caminar, de “andar por la vida”.
Hoy nos vamos a referir a la actitud que mejor nos puede venir cuando lo que aparece en la vida es claramente desagradable, que pueda hacernos pensar en abandonar.
Hay filosofías de vida que animan a las personar a conformarse ante las desgracias. A no querer cambiar nada, sólo a disolver la sensación de dolor. Pues bien, lo que aquí proponemos no es exactamente eso. Es cierto que debemos admitir que el dolor es real y que suele ser aviso de que algo no va bien. No es bueno pensar que deberíamos anestesiarnos en cuanto empezamos a sufrir. Ni lo contrario, alargar el dolor por que este cura. No, lo que cura es poner el remedio, la solución.
Ya son muy conocidas las fases por las que pasan las personas en un momento de duelo o ante grandes desgracias. Al final no todas las personas pasan por las mismas pero sí que hay grandes puntos de coincidencia, sobre todo en lo que debería ser el desenlace: no sufrir. No sufrir y seguir con nuestras vidas (ojo, no como dicen algunos: “como si no hubiera pasado nada”) sin grandes traumas, sin árboles que nos impidan ver el resto del bosque de nuestro futuro.
Si en vez de estar leyendo este camino, estuviéramos caminando de verdad, a estas alturas ya tendríamos, probablemente, algunas ampollas en nuestros pies. Pues admitamos, como queda dicho, el dolor como aviso. Admitamos que lo que cura es poner remedio. Pero aprendamos a seguir adelante con algo de dolor. No es nada malo. Es del todo humano. Pero si me paro y no sigo adelante, si no me curo, si no dejo de pensar en el dolor, en “mi” dolor… ¿qué clase de camino seguiré haciendo?
- 14. Sin envidias: Ver sólo ciertos aspectos de los otros nos lastran.
14. Sin envidias: Ver sólo ciertos aspectos de los otros nos lastran.
"El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante"
(1 Corintios 13, 4)
Vayamos con un pequeño cambio respecto a lo visto los dos últimos días.
Hoy nos dedicaremos a pensar en lo bueno que hay en los otros sin sufrir por ello, en no tener envidia, en no desear lo ajeno de modo insano.
No creo que diga nada nuevo si afirmo que vivimos en un mundo consumista y materialista, ¿verdad? Pero lo curioso es que sólo nos gusta de los demás lo que vemos, lo aparente. De hecho, muchos caminantes envidian los zapatos, los bastones, la radio, la ropa de las personas con las que se cruzan. Pero no sabemos lo que pasa por el interior de esas personas, igual eso no lo envidiaríamos y nos creeríamos mejores que ellos.
Además la envidia suele ir acompañada de la vagancia. Me explico: se quiere lo del otro pero sin hacer esfuerzos. Que “nos caiga del Cielo”.
Otra forma más sibilina de envidia es la que tenemos hacia nosotros mismos: la referida a otros tiempos y otras condiciones pasadas o futuras, reales o imaginarias, de nuestras vidas. Ese anhelo fundado en que “bien estaríamos si”, no suele producir grandes beneficios a nuestro progreso, a nuestro desarrollo maduro. Ya sabemos que cierta ansia de mejora es sano, pero eso, repito, ya lo sabemos.
Al principio de este caminar, hablábamos de hacerlo con sólo lo necesario para el camino, pues bien, la envidia es uno de los mecanismos humanos más frecuentes y más lastradores de la maduración, de la mejora personal. La razón: mezclamos lo racional con lo sentimental, lo lógico con lo insensato. Confundimos la realidad y nos acabamos confundiendo a nosotros mismos y a los que nos acompañan en la vida.
Por eso, una buena forma de curarse de la envidia sea que cuando veamos algo que la pueda provocar, dediquemos un tiempo a pensar si de verdad eso qué vemos significaría para nosotros lo que nos parece en el otro. Un ejemplo sencillo:
Vemos a alguien con un inmejorable último modelo de algo. Nos causa envidia poderlo tener y disfrutar. Preguntémonos si realmente lo disfrutaríamos después de hacer todo lo necesario para conseguirlo por nuestros medios lícitos. O preguntémonos si no sería mejor un chisme menos evolucionado pero del que tengamos que estar menos preocupado y que así podamos disfrutar el camino durmiendo sin miedo a que nos lo roben. Vamos, que los argumentos disuasorios son infinitos, y el mero pensar en ellos es lo que nos hace crecer y no tener ese último modelo. Prueben…
- 15. La coherencia: Entre el pensar/creer/obrar…
15. La coherencia: Entre el pensar/creer/obrar…
"No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el Reino, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el Cielo"
(Mateo 7, 21)
Hoy tenemos una de las pruebas más duras, una especie de repecho que subir.
De verdad que la coherencia, la correspondencia entre lo que pensamos, creemos y lo que llevamos a las práctica, es una piedra de toque muy especial de si vamos por el verdadero camino de la madurez, del progreso, o si vamos pisando en falso.
En algunas de las etapas anteriores ya hemos hablado de priorizar, de establecer jerarquías entre los valores o virtudes que tenemos. Y este ejercicio imprescindible el que luego servirá para ver si llevamos a la práctica lo que tiene que salir del interior al exterior. ¿Qué suele o puede ocurrir? Muy sencillo: que establecemos en nuestro interior una cosa y en la práctica hacemos otra. Un ejemplo: quien dice que lo primero es la familia y después viene el trabajo y en la práctica no deja de trabajar para estar con la familia. Ya sé que el ejemplo puede tener muchos matices, pero creo que muchos nos lo podríamos aplicar y estoy seguro que sirve para explicar a lo que nos referimos.
¿Por qué la coherencia es una prueba de madurez? Porque exige una adecuada elaboración, reflexión, incluso cierto trabajo, de profundizar en nuestra vida, en nuestros valores recibidos y cómo los hemos ido asumiendo y/o incorporando a nuestras vidas. Está demostrado que los maestros suelen tener en cuenta, en el ejercicio de su profesión, cómo fueron educados en su edad escolar, más que lo que hubieran podido aprender en las facultades. Del mismo modo ocurre con los padres: se suele partir de la experiencia como hijos (por aceptación o rechazo) y no de lo que uno se preparó para serlo. De hecho casi nadie se prepara para ser padre en lo técnico, nos parece una misión muy compleja, pero no prevemos si necesitaremos leer o informarnos de alguna manera. Sobre todo si añadimos que, no sé por qué, lo niños no traen “manual de instrucciones” y que muchas personas se asesoran más para comprar una lavadora que para criar adecuadamente a los hijos. Pues aquí está la falta de coherencia: los hijos son tan importantes…que ya veré lo que voy haciendo.
Animo a los lectores a que se pregunten si son coherentes. Si saben dónde está el fallo. Si notan que otros lo son o no los son. Es imprescindible dedicar tiempo de calidad a esta tarea, irnos evaluando de vez en cuando. Y la clave está en la sinceridad con nosotros mismos y en haber escogido un punto de referencia moral claro y suficientemente contrastado. No vayamos a caer en el relativismo (cualquier cosa vale) o en el “imposibilismo” (como nadie es del todo coherente, ¿por qué voy a intentarlo yo?) Si nadie pone la intermitencia al cambiar de carril cuando conduce, por qué voy a hacerlo yo. Pero eso sí: que los otros asuman las responsabilidades de sus actos. Y además, no dejaremos que nuestros hijos o quien sea, use el argumento famoso de “que todo el mundo lo hace”. ¡Qué viva la coherencia!
Y para acabar: no es imposible ser coherente. Se puede, con paciencia, con constancia…con ganas.
- 16. La discreción. En dos sentidos: no alardear y “saber guardar en el corazón”
16. La discreción. En dos sentidos: no alardear y “saber guardar en el corazón”
"María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón"
(Lucas 2, 19)
Hace un tiempo, cuando se describía las bondades de una persona, una de las cualidades que se solía incluir era su discreción. Hoy simplemente no está de moda. Y no me refiero a hablar bien de alguien…aunque…
La discreción venía a referirse a esa cualidad de saber estar en su sitio, de saber guardar el secreto de ciertas conversaciones, el no alardear, etc.
Si pensamos en algunas de las cualidades que pasan por modas, esta es una de ellas. En los tiempos de programas de televisión que viven de poner el aire cualquier asomo de intimidad; o aquellos otros que lo hacen de sonsacar opiniones incluso falsas de otros; o de mostrar los lujos en los que viven unos; o famosos y famosas paseando su imagen en público…pues eso de ser discreto no es algo que llama a nadie para ser imitado.
Pero, ¿qué relación tiene esta idea de la discreción con la madurez y con el camino que hemos emprendido? Pues muchísimo: el reconocer que los avances no son un mérito por el que deban aplaudirnos o incluso pagarnos; el sentir que nuestras mejoras pueden servir para humillar a los que nos rodean; el llevar con auténtica modestia lo que somos; el no ventilar nuestras imperfecciones o necesidades para dar pena; en fin: el autocontrol de nuestra imagen social nos permite avanzar sin cierto tipo de estorbos por la vida.
Pero hay otra acepción de la palabra discreción que no quiero dejar atrás: “saber guardar en el corazón”. Esta es muy sutil, muy poco evidente, casi imperceptible…pero sumamente enriquecedora en nuestro avanzar. Es escuchar sin apurarse a responder, es escuchar y meditar profundamente, es darle vueltas en la cabeza, con la inteligencia y el corazón, y sacar algo bueno.
Y, después de ese período de “rumiación”, responder con toda la profundidad y amplitud de nuestro ser.
En estos tiempos de prisas, parece que siempre se nos piden respuestas rápidas a todo lo que surge a nuestro alrededor. Y hay cuestiones que pueden ser contestadas así, pero si en aquellas de vital importancia no nos paramos, no estudiamos la situación, no vemos en nuestro pasado, en definitiva, si no somos discretos y meditamos, corremos el riesgo de no reconocernos pasado el tiempo en aquella respuesta que dimos. Este proceso no garantiza el acierto, pero por lo menos sí lo hace de no tener que arrepentirnos por haber dado una respuesta apresurada y poco pensada.
Al final de la jornada de hoy, pregúntate si en tu vida predominan los momentos “discretos” o los “ruidosos”; el estilo de vida “discreto” o el “aparente”.
- 17. La confianza: Creer que podremos….
17. La confianza: Creer que podremos….
"En el mundo tendréis pruebas; pero confiad, yo he vencido al mundo"
(Juan 16, 33)
A estas alturas de nuestra andaina, puede venir una sesión dedicada a darnos ánimo a nosotros mismos, porque si no igual no hay quien lo haga.
Uno de los mayores tropiezos para caminar por la vida es la falta de confianza. Bien hacia nosotros, hacia el objetivo que perseguimos, hacia los otros…es el desánimo porque creemos que puede haber un fallo. Y hemos dicho “creemos”, porque no tiene nada que ver con el “sabemos”, esto es, la desconfianza que viene de una falsa idea de las limitaciones propias o ajenas. Vamos, que desconfianza por no saber, viene a ser lo mismo reconocer que hay algún tipo de engaño (voluntario o involuntario). Y esto es francamente desagradable.
Confiar es una tarea apasionante y llena de descubrimientos, también cuando se logra algo o la realidad se torna muy compleja o no se ve la meta, como en el Camino, pero sabemos que está ahí, que nos atrae y que nos aporta felicidad y otros beneficios.
Esta idea de la confianza vuelve a ser bidireccional. Nos referimos a que nos gusta poder confiar en alguien, pero debemos asumir que otros querrán confiar en nosotros.
Es la autenticidad de la persona la que está en juego. Y decimos la autenticidad, no la perfección. Y esto es muy importante: las personas no podemos ser perfectas, como mucho podemos proponernos caminar hacia la perfección, pero cometemos fallos, equivocaciones y hay muchas situaciones en la vida que, en general, no son perfectas: ¿quiere eso decir que no existe la confianza? No, quiere decir que debemos tener una idea clara de en qué/quién confiamos. Por eso muchas veces la confianza falla porque hemos estados pidiendo una perfección, una idealidad, que no se da de hecho. Por tanto recuperemos nuestra realidad, nuestras aspiraciones, nuestros defectos y virtudes…y caminemos con ellas. Esa es la “mochila” que tenemos y con ella llegaremos a las pequeñas metas que nos vayamos proponiendo o que nos vayan proponiendo otros.
Imaginemos una situación de lo más habitual: el padre que lleva de la mano al hijo. Veamos la confianza del hijo en su padre y de él en sí mismo y viceversa. No nos fijemos en que el padre puede ser un falso y que el hijo se lleve un chasco. O que el padre por miedo a no sujetar correctamente la mano de su hijo, se la rompa o lo contrario por no hacerle daño. Esto sería “sembrar la desconfianza” ya que todos sabemos que con toda facilidad un padre hace bien esta tarea sin darle más vueltas. Pues entonces apliquemos esta misma lógica a cualquier situación que tengamos por delante, vamos ¿por qué no va ser posible que llegue al final de este camino más maduro y feliz? ¿Por qué, eh?
- 18. Saber consolar: Escuchar sin juzgar.
18. Saber consolar: Escuchar sin juzgar.
"No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados"
(Lucas 6, 36)
Volvemos a encontrarnos con un objetivo que nos supone avanzar en el autocontrol, en el buen sentido del término, claro.
Unos de los problemas más habituales entre las personas son los relacionados con la comunicación. Y dentro de esto, el no darnos tiempo a escuchar al otro, el querer “saltar” enseguida con una respuesta, la prisa.
Así es que cuando alguien nos pide ayuda con frecuencia caemos en juzgar, en valorar lo que dice el otro o a veces, en dar consejos sin querer darlos de verdad. De hecho muchos usan esa famosa expresión de “no quiero dar consejos”, o “no soy quien para dar consejos”…y acaba dándolos. Y es que no es malo en absoluto dar consejos, o aconsejar, que suena mejor pero es lo mismo.
Pero en la etapa de hoy nos vamos a para un ratito a madurar sobre otra idea, la de consolar al que tengo al lado. Hay que pensar que saber consolar exige de nosotros algunos de los pasos que dábamos en días pasados: escuchar en profundidad, calma, capacidad de observación y de sorpresa, alegría…para al final que nuestro actitud le supongo al otro “simplemente” un consuelo, la tranquilidad de poder abrirse sin temer recibir una reprimenda, una reprobación o un consejo qu en ese momento no era lo que se pedía.
Cuando necesita consuelo suele querer decir que está en una situación delicada, intranquila, de cierto desequilibrio (no en el sentido patológico), de falta de armonía. Y el consuelo es, en ese momento, lo único que necesita. ¿Cómo consolar? Escuchando, mirando, sintiendo…dejándose “blanditos” para que el otro apoye su pesar. A veces las personas solo necesitamos descansar un rato para luego seguir el camino. Eso es el consuelo. Nada más.
Lo suyo es no aspirar a, además, dar el consejo, la idea. Es dejarlo estar así.
Claro que no es nada malo, como decíamos antes, aconsejar a otro. Pero a veces las heridas no necesitan cura, necesitan reposo, incluso lamento. No necesitan al “experto” que hay en nosotros, solo al “paño de lágrimas”. Y aseguro que para el que es consolado la experiencia es muy sanadora, pero para el que consuela…es un gran alimento para su interioridad, para su evolución.
Bien entendido que el ser consuelo de otro obligue a estar callados, no, tenemos que vibrar con el otro para ofrecer lo mejor de nosotros y saber cuándo hablar, cuando callar, cuando acariciar…
- 19. Ser pacífico y paciente. No provocar ni apurar a los demás: se va al paso del más lento.
19. Ser pacífico y paciente. No provocar ni apurar a los demás: se va al paso del más lento.
"Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios"
(Mateo 5, 9)
Cuando se hace camino en grupo se dice que hay que ir al paso del más lento.
Obvio, ¿o no?
Una de las formas más sutiles de no sembrar la paz, es querer marcarle el ritmo siempre a los otros. Los hacemos sentir peores, más lentos, más torpes, que todavía tienen mucho por aprender y se sienten comparados con nosotros.
Como cualquiera se puede imaginar, a nadie le gusta que lo hagan sentir así. De nuevo nos encontramos con uno problemas de límites y de buscar el término medio. Pero el paso de hoy busca que nos detengamos en ver cómo anda el otro para poder acompañarlo sin más. Sin obligarlo a hablar sin poder respirar.
La paz es una de esas palabras “grandes”, en la que todos pensamos como un gran deseo para la humanidad. Pero que cada uno construye con cosas “pequeñas”.
La paciencia es otra de esas grandes aspiraciones para que los demás tengan con nosotros.
Pues la casamos y tenemos que damos paz con la paciencia. Tranquilizamos yendo al mismo paso.
Ese mismo paso podemos usarlo para muchas cosas: aconsejar, consolar, hacer reír, echar un brazo por encima del hombro, ofrecer un trago de agua…pensemos en hacer todo lo anterior yendo unos pasos por delante.
En otros momentos puede venir bien ir por delante para tirar del otro. Ya. Pero también tenemos que estar atentos para saber si en ese momento es eso lo que necesitamos o es ir “al paso”.
Si vamos lejos, nos perderemos los detalles, los gestos, las peticiones de cualquier cosa.
Si vamos “con” el otro, de momento le estamos dando tranquilidad.
Si nos adelantamos para que “vean” como podrían ir; se pueden quedar atrás o lesionar su pensar por forzarse.
Si vamos en paralelo, nos podemos tocar o, simplemente, “estar”.
Caminante, para hoy: dedica un ratito para ponerte al lado de otro, a su ritmo. En casa con la familia (por ejemplo con ese hijo o compañero que no sigue tu ritmo en la vida), o en el trabajo (con ese compañero que lleva unos días a lo suyo, que no sabemos que le está pasando). Son ejemplos, claro. Y vosotros sabréis encontrar momentos de dar paz con la paciencia, seguro.
- 20. Los que lloran… Lo podremos pasar mal por algo que nos ocurre, pero también por algo que ocurre alrededor
20. Los que lloran… Lo podremos pasar mal por algo que nos ocurre, pero también por algo que ocurre alrededor
"Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados"
(Mateo 5, 5)
Dicen que es que como empezamos la vida: llorando. Pero no es por el mismo motivo por el que podemos hacerlo a lo largo de nuestra vida. Aquello fue provocado para liberar a los pulmones. Lo de cada momento también puede liberarnos de algo, pero suele, por desgracia, venir acompañado de algún suceso triste.
En principio llorar no es más que una reacción fisiológica. Pero lo que puede interesar es qué lo provoca, y aquí no es fácil encontrar una opinión común. Para unos está justificado sólo en momentos muy fuertes, para otros no lo podían hacer los “hombres”. Por tanto está claro que además de ser una reacción fisiológica, tienes un componente cultural muy importante.
Y es por esto por lo que tiene sentido incluirlo en este camino hacia la madurez, hacia la mejora de uno mismo. Doy por hecho que a estas alturas de este proceso, muchos ya han tenido sucesos en sus vidas que les lleven a pensar en sus momentos más o menos tristes. Incluso en este propio caminar: por ejemplo cada vez que caemos en la cuenta de algún desencuentro con alguien muy querido, o cuando lo hacemos de que nos hemos ido alejando del aquel proyecto personal que tanto ansiábamos.
En definitiva: todos tenemos ocasión de ir coleccionando una serie de postales de lo negro. Pero vamos a ver si podemos darle una vuelta a esto. Ahí va la pregunta: ¿habríamos llorado hoy por lo mismo que no hizo llorar en el pasado? Uno de los términos que últimamente se ha puesto de moda es el de la “resiliencia”. La palabra es de uso moderno, pero la idea es tan antigua como el hombre: es la capacidad de enfrentarse a un problema y salir airoso, saber superarlo. Lo decimos por que en los últimos tiempos estamos asistiendo a una devaluación de la capacidad de enfrentarnos a los problemas, lo cual trae como consecuencia un claro aumento de una terrible enfermedad cuál es la depresión. Y esto no es ninguna broma.
Por tanto, ¿es bueno llorar? Pues claro. Pero parémonos a pensar por qué “merece” la pena hacerlo. Puede parecer un planteamiento un tanto fría y utilitarista. No tendría por qué haber necesidad de llorar para hacerlo. Estamos de acuerdo. Pero espero estar explicando lo que queremos decir: no todo puede justificar que desesperemos.
Por tanto: ¿hay un ranking de desgracias? Pues lo lamento pero: sí. O es que las personas no hemos elaborado una jerarquía de valores. Tomemos como referencia la Declaración Universal de los Derechos. ¿Qué es lo primero?: la vida.
Lo cual permite concluir que si bien podemos llorar por lo que nos parezca, no comparemos el dolor de una muerte con el de quedar sin móvil. Y…lo decimos con mucha pena…porque a veces parece que a algunos sólo le pasa lo del móvil…y no llora por todas las muertes de inocentes en países lejanos (¡!¿?ya lo entiendo¿?!!).
Que nos suceden cosas tristes todo lo sabemos, pero también le suceden a otros. Es, de nuevo, una forma de animar al caminante a asomarse al dolor que pueden sentir otros por cosas muy graves “de verdad”. De llorar por la injusticia, por el hambre, por los abandonos, por el desprecio, etc. Sin caer en el pesimismo, al contrario, que ese llanto nos anime a ayudar a ponerle remedio.
- 21. Buscar lo justo: La importancia de la justicia
21. Buscar lo justo: La importancia de la justicia
"Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos"
(Mateo 5, 10)
Ya nos gustaría que lo justo coincidiera siempre con lo legal. No tendríamos que pensar, solo leerlo en un código. Pero la cosa es más sutil en muchas ocasiones.
Aquí nos vamos a referir a dos de las múltiples acepciones de la palabra lo “justo”.
La primera va en el sentido de darle a cada uno lo que le corresponda. ¿Qué se quiere decir cuando usamos la palabra “darle”? En general pesamos en cosas materiales o en derechos. Pero como estamos de camino, preferimos referirnos a lo que podemos necesitar nosotros mismos en el caminar por la vida: afecto, ternura, una palabra amable, una sonrisa, un abrazo, una alabanza, un beso, un consejo, un silencio…De nuevo la invitación a volvernos hacia los que nos rodean. E incluso hacia nosotros, porque a veces está bien que les pidamos claramente a los más cercanos que estamos con falta de algo, que estamos necesitados. Y decírselo claramente, sin rodeos, sin dar pena, con valentía, humildad y cariño. Y por lo mismo, estar abiertos a las peticiones de ellos.
De hecho muchas veces se habla de promocionar la igualdad entre las personas y cuando se quiere desarrollar esa idea se acaban cometiendo injusticias. Pues la verdad es que la justicia resolvería muchos problemas de pobreza y muchas desigualdades en general.
Vamos con la segunda acepción de lo “justo”. Y nos referimos al “término medio”. Ya hemos dejado caer en alguna ocasión el problema en muchas de las ideas expuestas de los límites y del equilibrio. Decía Aristóteles, y decimos muchos, que el término medio es el término justo. Pero ojo: cuidado con quedarnos a “medias”, que no tiene nada que ver. Y aquí quiero poner al caminante otra pequeña “piedra en el camino”: la sociedad parece que nos anima a quedarnos, a no pasarnos, a no entrometernos demasiado no vaya a ser…a no ser que los necesitados seamos nosotros. Claro que se hace daño haciendo el mal, pero también “no haciendo”. Y el ejemplo es muy fácil de poner: no ayudo, pero lo gravo con el móvil (se imaginan que lean esto dentro de muchos años, ¿qué pensarán de nosotros?). Pero recuperemos el sentido de lo que queríamos decir: cuando nos enfrentemos a un problema o a una situación de cierta trascendencia, pensemos, meditemos, invoquemos, consultemos… todo para que decidamos con justicia y con “justeza”. No nos dejemos llevar por dar el espectáculo, por buscar las alabanzas por medidas muy extremas, por dar ejemplo a “todos”, por ser más listos que nadie. De verdad, cuando lo que se busca está descentrado del problema, de las personas, nos alejamos de lo justo.
Una obviedad: ¿a qué para caminar es mejor llevar los pesos repartidos en los distintos porta-bultos, que todos del mismo lado? Pues eso…
Otra: ¿a qué si al que va delante caminando vemos que se le cae algo al suelo, la justicia nos dice que lo avisemos o lo recojamos y se lo demos? Pues eso…
- 22. Juntos/el nosotros: Captar el que formamos parte de un gran grupo y de la historia
22. Juntos/el nosotros: Captar el que formamos parte de un gran grupo y de la historia
"Dad y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros"
(Lucas 6, 37-38)
Una de las características de la vida actual es la frecuencia con que cada uno va a lo suyo, vamos: el egocentrismo.
Lo cierto es que esta propuesta de camino que está haciendo cada uno, no es más que una corriente dentro de la historia. Tanto de la historia personal, claro, como de la historia en general, la de todos.
Suelo animar a la gente a que vea “su” historia, como “la” historia. Pondremos un ejemplo: cuando contemplamos un suceso histórico pasado claramente negativo, tendemos a excluirnos a nosotros mismos de haber podido intervenir, de ser un actor de aquel desastre. Lo dejamos en que es cosa de “otros”. Pero nos encontramos que hay quien hace justo lo contrario con su historia personal y desea que los demás no lo rechacen por sus fallos y que lo acepten como es. Esto es: nos gusta, y así debe ser, integrar todo lo nos ocurre como formando parte de lo que somos, pero nos resistimos a integrar los fallos de los demás. Nos suele gustar que nos conozcan por nuestro nombre, pero no los suele gustar que por el hecho de ser españoles, o gallegos o lo que sea, nos asignen errores de la historia de España, de Galicia o de lo que sea.
Seguro que nadie está entendiendo que haya cosas que se puedan justificar, aunque sí explicar, ya saben: “Quien no recuerde su historia está condenado a repetirla”. Es lo que hay.
Tampoco podemos llevar esto al otro extremo y pensar que sólo somos una pieza más y escudarnos en ese anonimato par “escurrir el bulto”. Somos quienes somos y somos personas en toda su complejidad. Y los pasos que vamos dando son los de cada uno, no los de otros.
Nos servimos de los avances de toda la humanidad, pues sirvámonos también de los errores.
En definitiva, no estamos solos en este camino. Formamos parte de una corriente. Y cuando antes captemos el “nosotros”, el salir de “yo” para entrar en el/los “otro/otros”, mejor y más felices seremos. Palabra.
Dicen las religiones y dice la ciencia (al menos unos cuantos científicos) que el universo está dotado de un diseño inteligente. Ese diseño está encaminado a llevarnos a todos y no solo a mí. Al nosotros y no solo al yo. Esta idea, lejos de animar al descuido y al dejar hacer a los demás, nos tiene que llevar al compromiso, a ejercer nuestra parte del diseño, a avanzar para que avance la historia, es decir yo con los demás.
¿Se imagina el caminante hacer una etapa sin los logros de la historia en forma del calzado, de la comida, de la ropa…pues lo mismo ocurre con las ideas? No hemos partido de cero, no estamos empezando el “pensamiento de la humanidad” cada uno de nosotros. Al contrario, heredamos en la memoria a muy largo plazo –los genes- y en la memoria familiar, todo lo que somos hoy. Aquí y ahora. Puede venir bien, mirar un rato durante la noche nuestro cielo despejado para captar lo pequeño que somos. Y lo grande.
- 23. La capacidad de cambio/adaptabilidad: Ante un problema podemos abandonar, cambiar…
23. La capacidad de cambio/adaptabilidad: Ante un problema podemos abandonar, cambiar…
"Con los que ríen estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros"
(Romanos 12, 15)
Supongamos que puede haber alguna persona que nunca haya tenido un problema…raro ¿no?
Pues para todos los demás: los problemas surgen a diario, las dificultades, pequeñas o grandes trabas, las tenemos todos. Pero eso no es nada nuevo.
Entonces, ¿a qué viene esta etapa de hoy?: a reflexionar qué hacer ante un problema. Hay múltiples alternativas: evitarlo si lo sabemos con antelación; no enfrentarse a él o esperar a qué lo solucione otro o se solucione solo. Ya sabemos que hay más alternativas, pero vamos a ser positivos y buscar lo que realmente hace falta frente a un problema.
Y vamos a proponer dos ideas muy pero que muy simples: primero, pensar que siempre habrá, al menos, dos opciones y, segundo, qué podremos aprender.
La primera idea es para hacerle frente al pesimismo o al derrotismo. Y además para mejorar nuestra capacidad de afrontar las dificultades de la vida y no venirnos abajo. Es la famosa “resiliencia”. Muchos estudios y muchos especialistas están insistiendo en que la capacidad de superar dificultades por uno mismo está poco de moda. Como si fuera una moda. La verdad es que es una necesidad del ser humano salir de los apuros y, si es posible, por uno mismo o por lo menos con la mayor cantidad de esfuerzo posible por parte de cada uno, ya que hay dificultades para las que tendremos que contar con otros. Uno de los mejores efectos secundarios de esta actitud es que nuestra autoestima irá mejorando.
La segunda se refiere a que no podemos/debemos dejar de aprovechar la ocasión de sacar conclusiones y aprender de lo ocurrido. Aquello de que quien no conoce su historia… vale también para cada uno de nosotros, en este caso en forma de recuerdos. Por ello es bueno reflexionar sobre lo ocurrido en nuestro propio pasado. Aprender de los aciertos y, sobre todo, de los fallos es algo que jamás debemos desaprovechar.
La vida de todas las personas está llena de rutinas, costumbres, circuitos cerrados de comportamiento, repeticiones hasta la saciedad de las mismas cosas hasta hacernos rígidos en lo comportamental, en lo cognitivo, en lo emocional y también en la fe… actos repetidos una y otra vez que nos empobrecen y limitan para probar la novedad de lo bueno, la variedad que enriquece todo, la sorpresa con que la providencia se hace presente en acontecimientos y personas.
Un vecino del camino observaba cómo una peregrina coreana, de baja estatura, protegida del frío con capas de poliéster, estaba inmovilizada en medio del camino por la presencia de un rebaño de vacas que daban vueltas sobre sí mismas en círculos. El miedo de la peregrina hizo que quedara paralizada, el miedo de las vacas hizo que se arremolinaran sobre sí mismas, el miedo el vecino hizo que saliera corriendo para llevar las vacas a su pradera y que continuaran con el pasto, invitar a la peregrina a retomar su ascenso y calmar su propia ansia que le llevó a camuflar de ayuda su ímpetu.
En definitiva, nuestra capacidad de adaptarse a cambios, de ser flexibles, está íntimamente relacionada con la observación de nuestros distintos avatares a lo largo de la vida. Siempre irán surgiendo nuevas situaciones que irán poniendo a prueba nuestra capacidad, nuestras emociones, nuestra lógica…pero si nos hemos ido “puliendo” con otras situaciones, siempre tendremos más oportunidades de salir adelante, de resolver nuevos problemas y, además, de poder ofrecer nuestra ayuda, nuestra experiencia a otros que lo puedan necesitar.
Sabemos que una de las características que ha hecho llegar al hombre a dónde estamos, para lo bueno y para lo malo, ha sido su capacidad de adaptarse a nuevos ambientes. Pues alimentemos nuestra adaptabilidad poniéndonos delante de las situaciones comprometidas con esas dos ideas en la mente: siempre hay más de una alternativa y vamos a ver qué podemos aprender.
- 24. El gusto por la verdad: “La verdad no tiene más que un camino”
24. El gusto por la verdad: “La verdad no tiene más que un camino”
"Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres"
(Juan 8, 31-32)
“La verdad no tiene más que un camino”, anda pero si eso es lo que estamos haciendo, caminar.
¿Será que al final nos espera alguna verdad importante?
Primero nos vamos a referir a algo tan elemental como desacreditar de una vez por todas que mentir está bien.
Ya me imagino a más de uno pensando en las famosas “mentiras piadosas”. Pues eso, son “mentiras”.
Como el caminante ya habrá visto el tono de estas etapas, vamos a echarle sentido común a las cosas. Claro que hay situaciones en que un dato que se omite puede tener no tan malas consecuencias que si se dijera. Cada uno debe escoger y ser fiel a sí mismo y a sus propósitos en la vida.
Pero, ¿por qué sacamos este tema en un camino hacia la progresión personal?... Sencillo, porque con falsedades solo podremos acabar dónde no queremos. Y no sólo las mentiras que decimos a los demás, si no y sobre todo, las que nos decimos y nos acabamos creyendo. Hay otro dicho: “la mentira tiene las patas muy cortas” y eso al caminar, nos obligaría a dar más pasitos.
No partamos de lo que creemos que hacen los demás, partamos de lo que nos gustaría que hicieran para ser nosotros los primeros en hacerlo.
Pongamos en sencillo ejemplo: vemos una persona algo desastrada. ¿En qué consiste decirle la verdad? ¿En decirle lo mal que está o en buscar su bien personal? Igual si en un ataque de “sinceridad” le decimos que es un puerco, lo que buscamos de “verdad” es hundirlo, dejarlo quedar mal. Pues busquemos lo que de verdad nos gustaría que hiciesen con nosotros, o si no, lo que de verdad sería lo correcto. Lo digo porque algunas personas en estos casos se justifican con aquello de “si fuera a mí me gustaría que me lo dijesen” (Ahí está el error, no es a mí a quien le voy a hablar, si no a “otro” que no soy yo).
Y esto último nos da pie para ver otra dimensión de la palabra “verdad”. Supongo que muchos habrán oído hablar del relativismo y del dogmatismo. En un extremo tenemos que no hay ninguna verdad (luego esto tampoco es verdad ¿¿¿?) Y en el otro, que hay verdades que no hay que entender de ningún modo, solo aceptar. Vamos, con ánimo a pensar que sí hay alguna gran verdad universal, espiritual, humana, que la humanidad ha ido viendo a lo largo de su historia, y cada uno a lo largo de su historia personal, de su vida. Cierto es que alguna de esas grandes verdades no siempre estamos capacitados para comprenderla en todo su profundidad, pero caramba…para eso precisamente estamos en camino. Por otra parte hay algo elemental: que yo no entienda una verdad no quiere decir que no exista algún tipo de explicación o de posible comprensión que otro sí conozca. Y aún así, siempre habrá una VERDAD que se nos escapará porque nosotros no la hemos creado. Si no pensáramos así, emocionalmente cada uno podríamos decir “basta ya lo sé todo” dónde nos pareciera. Sería una forma como otra de dejar de caminar, de vivir. Hay una meta, sigamos. Aunque esa meta no sea la definitiva. Mejor así. Pensemos que vamos a tener motivos para seguir avanzando, para emprender nuevos proyectos, nuevas andanzas.
- 25. Asumir que podemos ser ejemplo: Vernos como posibles ejemplos para otros
25. Asumir que podemos ser ejemplo: Vernos como posibles ejemplos para otros
“Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
(Mateo 5,16)
En muchas ocasiones nos fijamos en otros, pero ¿nos damos cuenta de que también los demás pueden hacer lo mismo con nosotros? Y no nos referimos a vivir pendientes de lo que digan los demás, es algo más complejo, lo hacemos respecto de que podemos ser modelo de conducta. Posiblemente si quien lea estas etapas de camino tenga hijos, sepan a ciencia cierta que los niños utilizan, entre otros, el mecanismo de la imitación con mucha frecuencia (a veces con más frecuencia de lo que los padres desearían, pero esa es otra historia…).
Vamos a pensar, pues, en cómo debería afectar a nuestra conducta, a nuestro proceder en general, el hecho de cómo podemos influir o marcar de alguna manera la vida de los otros.
El mecanismo de la imitación, como decíamos, forma parte de una serie de procesos de los que el ser humano se vale para garantizar, incluso, su supervivencia. También hemos hecho referencia en varias ocasiones a que no estamos solos en este camino, ni en la vida ni en la historia. Entonces el dilema que se plantea es el siguiente: ¿podemos ir por la vida sin caer en la cuenta de que alguien, alguna vez, puede fijarse en nosotros para aprender algo?
Insistimos, y perdón por ello, que esta reflexión va mucho más allá de vivir pendientes del qué dirán. Es un proceso más sofisticado y profundo: se refiere a la moral y a la ética. A los valores más profundos que inspiran u orientan –consciente o inconscientemente- nuestra conducta y nuestro pensar. Si voy por la calle y cruzo un semáforo en ámbar: ¿sé que para alguien mi conducta es un modelo?, ¿qué aunque el otro decide por su cuenta, yo soy de los que cruzan a sabiendas de que es una conducta reprochable?, ¿y pienso: yo hago lo que quiero, que los demás lo hagan también?
Supongo que más de uno estará pesando que estamos exagerando. Pues para ver si es cierto que es una extravagancia, pasémoslo a una conducta más compleja: un tumulto, donde cada uno de los participantes está reforzando a otros. O en un partido de fútbol, donde nuestros gritos de enfado con un jugador de otra cultura alientan que otros lo hagan. Es probable que si la conducta es de nuestro agrado, nos parezca bien que nos imiten, pero ¿estamos siempre dispuestos a cargar con las consecuencias morales y para nuestra conciencia, o pensamos que el hecho que sea un multitud nos justifica?
Todos conocemos el dicho: “no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. Pero proponemos otro: “no hagas lo que no quieras que lo demás hagan” Y sus correspondientes versiones en positivo.
Por tanto la conclusión es que nos preguntemos si nuestro proceder vale la pena ser imitado. Es más, animémonos a sentir que alguien podrá mejorar un poquito si hace algo bueno de lo que hacemos nosotros, si verse obligado, claro está.
- 26. Saber decir adiós: So pena de quedar atado a algo o a alguien y no dejarlo seguir su camino.
26. Saber decir adiós: So pena de quedar atado a algo o a alguien y no dejarlo seguir su camino.
"Jesús le contestó: quien pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no sirve para el reino de Dios"
(Lucas 9, 62)
Hoy nos toca uno de esos procesos mentales por los que todos pasamos alguna vez en la vida y que no se enseñan en ningún colegio o instituto: decir adiós.
Vamos a referirnos tanto a algo como a alguien. Aunque haremos más hincapié en lo referido a las personas. Y el proceso abarca cualquier posible causa de la pérdida de una persona, es decir tanto un fallecimiento, como una persona a la que debemos dejar de ver por cualquier otro motivo serio.
La imagen para pensar es sencilla: imaginemos un caminante que queda prendado de un paisaje y cree que no hay lugar mejor que ese. ¿Debe quedarse o seguir avanzando para llegar a la meta? No es nada malo, al contrario, quedarse con cosas del pasado, pero las que nos marcan deben servir para seguir avanzando, no para quedar “fijados” en ellas.
Es más fácil, creemos, verlo en la relación con una persona cuya relación es negativa para nosotros. Hay que dejarla atrás y, de nuevo, aprender de lo ocurrido.
Y esto vale, por supuesto, para el caso del fallecimiento de un ser querido: quedémonos con lo bueno, incorporémoslo incluso a nuestras vidas…pero sigamos…porque en la medida en que los recordemos, ellos estarán vivos en nosotros. Pero no optemos por revivir una y otra unos recuerdos que cada vez serán más confusos y más alejados de la realidad y más cerca de nuestros propios pensamientos.
Por otra parte, el riesgo de vivir en una imagen del pasado sobre una persona que está con nosotros, puede hacer que la relación se vuelva confusa por no dejar que siga su propio ritmo. Vamos, el enamorarse de una persona y creer que nunca habrá cambios, que siempre será/seremos, los mismos. También es algo que los padres pueden entender con facilidad. Los hijos son de ellos mismos, no “nuestros”. De hecho, podemos afirmar que ser padre consiste en acompañar a los hijos a lo largo de “sus” vidas.
Estamos en la jornada veintiséis, queda sólo otra antes de la llegada. Por eso esta y la siguiente, están pensadas para prepararnos para crecer sin miedo, con decisión y no dejar que nada nos haga creer que llegamos para quedarnos, si no que llegamos para seguir. No es cierto que el camino se haga al andar: hay camino. Sigamos. Sigamos.
- 27. La paz interior: Fruto de una conciencia tranquila
27. La paz interior: Fruto de una conciencia tranquila
"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde"
(Juan 14, 27)
Y ya estamos llegando al final del camino.
Ya empezamos a ver el producto que ha ido dejando este periplo por nuestro interior.
Por eso uno de los primeros frutos que nos gustaría ver en cada uno de los caminantes, es el de saber que se ha puesto todo lo posible y necesario en cada etapa, en casa pisada…
Hemos insistido en varias ocasiones en que el progreso de cada uno debe repercutir en el interior de la persona, pero siempre con la visión de que también lo hiciera en nuestra actividad sobre los demás y lo demás. De aquí que la dimensión ética y moral deba de ser algo a vigilar y a cuidar con el máximo esmero. Y una de los principales elementos que nos conectan lo esas dimensiones es la propia conciencia: el conocimiento del bien y del que tenemos para enjuiciar los actos. Por ello, hemos de sentir que nuestro caminar, nuestras reflexiones, no nos dejan “un mal sabor de boca”. Esto es, no deberíamos acabar este proceso con las sensaciones negativas de haber ido haciendo pequeñas trampas con nosotros mismos o con los demás, y así ir terminando con la “conciencia tranquila”.
Fijémonos que se ha insistido en que este es un camino hacia la madurez. Pues entonces ¿cómo deberíamos ir por la vida a partir de ahora? ¿Llenos de sentimientos positivos o negativos? ¿Con paz interior o con una guerra? Si lo hemos ido haciendo con buen ánimo, con ganas, con cariño, poniendo nuestras mejores ansias, nuestro mejores intenciones…lo lógico es que quedemos “a gusto”, sintiendo que “este” camino se acaba, pero “el” camino no. Que podremos haber visto algunos o incluso muchos de nuestros errores, pero que vamos en la dirección de los cambios, de la mejor vida posible. Pero eso no se puede alcanzar si estamos incómodos con nosotros y con los demás. Veremos los perdones que tenemos que pedir y que dar. Pero busquemos con ansia andar por la vida con paz, sembrando buenos sentimientos fruto de buenos pensamientos y buenas acciones. Siendo justos, colaborando, dando ejemplo, etc.
Esta paz interior tiene esos dos componentes clásicos: el intelectual y el emocional. En el intelectual pondremos esa necesaria comprensión racional y lógica de nuestros actos y pensamientos a partir de un código ético que haya sido probado y sea lo más universal posible. Si no caeríamos en el subjetivismo o relativismo moral que nos confundiría al hacernos pensar que el criterio moral lo pone cada uno y valen todos. En la parte emocional, tendremos los sentimientos, las emociones, la parte vemos menos pero “notamos” más. De aquí que lo que venga sea una agradable mezcla racional-emocional de sentirse tranquilo, sin conflictos serios…en nuestro interior, en la parte más profunda de nuestro ser persona.
Y esta sensación de bienestar los demás la percibirán, no como una bobería, si no como lo que supone la paz: firmeza de creencias, decisión para seguir adelante, seguridad personal, buenos deseos para los demás, deseo de cooperar, ansias por intentar aportar algo al mundo, deseo de no estar siempre en la ”zona de confort”, vamos, que nos sentiremos con ganas de seguir adelante, de iniciar muchos otros caminos y proyectos por que ya sabemos lo que se siente al estar en paz.
Pero ojo, en ningún momento debemos caer en querer quedarnos en esta paz. Si el mundo se sigue moviendo, si me quedo parado me pisan. Por eso la paz a la que nos referimos queda en nosotros como un impulso a seguir, no como algo estático.
- 28. Seguro de uno mismo: La satisfacción del nuevo yo
28. Seguro de uno mismo: La satisfacción del nuevo yo
"Escuchadme todos y entendedlo bien: nada hay fuera del hombre que, al entrar en él, pueda hacerlo impuro; las cosas que salen del hombre, ésas son las que hacen impuro al hombre"
(Marcos 7, 15)
Esta es el primer paso de la llegada, y en muchos sentidos es una prolongación del anterior.
Si ayer hablábamos de la paz interior, una de las consecuencias más deseables es que después de algunos cambios que hayamos tenido que hacer, hemos notado que hay un nuevo yo cada vez.
Son muchos los que dicen que las personas no cambian nunca. Pero si eso fuera cierto: ¿podemos asegurar que nadie que ande por la vida, que atraviese ciertas circunstancias en sus vidas, que nadie, repito, cambie?
Por tanto es muy bueno saber que puede haber un nuevo yo. O lo que es lo mismo, un yo con algunas mejoras, vamos que no tiene que ser todo él nuevo.
Este proceso respecto del propio yo, tiene mucho que ver con algo que ya apuntábamos ayer: con la autoestima positiva. Esa valoración que hacemos de nosotros es un mecanismo que poseemos los humanos. Es una de las consecuencias de ser “homo sapiens sapiens”. Por tanto no es algo superfluo, no es ningún añadido ni ningún invento de los psicólogos. Es sano sentirse satisfecho de uno mismo. Supongo que ya no hace falta volver a insistir que la comparación la hacemos con nuestro anterior yo y con un yo teórico, con una referencia externa que nos sirva de punto de referencia ético.
Pensemos en la otra posibilidad: que nos sintamos permanentemente débiles, insatisfechos con nosotros y con lo que nos rodea, que todo lo demás es mejor que nosotros… ¿alguien cree que desde esa postura podremos ofrecernos algo a nosotros mismos o a los demás? Nos serviremos de un ejemplo muy simple: el médico que es tan consciente de que a pesar de estar siempre estudiando y poniéndose al día, sabe que aún le queda mucho por aprender y llega a nuestra operación tembloroso, inseguro. Seguro que muchos preferíamos un médico tranquilo, ¿no?
Por tanto la autosatisfacción debe de estar contrastada, pero debe de haberla para seguir dando nuevos pasos. No es la famosa “falsa modestia”. Es sabernos con nuestros méritos para seguir. Es sano ir por la vida con la cabeza erguida, sintiéndonos agradecidos por las oportunidades para avanzar, satisfechos al saber que hay cosas de nosotros que son mérito nuestro pero también mérito de los otros, del mismo modo que hemos sido ejemplo y hemos contribuido a la satisfacción de otros.
Y el primer gran síntoma de la satisfacción debe de ser la alegría. No cabe que alguien vaya triste por la vida y al mismo tiempo orgulloso de ser una persona oscura. Hay que ser y estar alegres. De nuevo invocamos el sentido común para caer en la cuenta de que hay momentos y circunstancias, pero vaya, seguro que el lector tiene ese sentido.
- 29. Apertura a lo absoluto: Caer en la cuenta de que además de lo físico está toda la experiencia y las experiencias vividas
29. Apertura a lo absoluto: Caer en la cuenta de que además de lo físico está toda la experiencia y las experiencias vividas
“Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma. Tanto saber me sobrepasa es sublime no lo abarco"
(Salmo 138, 4-5)
Queremos pensar que esta penúltima etapa no queda nadie que no haya sentido muchas cosas especiales. Y no sólo, por supuesto, en este camino sino en toda la vida.
Una persona madura sabe que hay algo más que el aquí-ahora, que lo físico, está lo metafísico, lo espiritual y por encimo de todo lo trascendente.
Y esta trascendencia la vamos a ver en dos sentidos: en lo que sobre pasa cada día y en lo que está después de nuestro camino e incluso desde muchísimo antes.
En el primer sentido, nos referimos a todo ese elenco de valores, de enseñanzas, de historias, de creencias, de cultura, etc. que está “por encima” de cada persona y a lo que también contribuye esta. Nosotros podemos ser, por ejemplo, generosos con quienes nos rodean, pero por encima de nuestra generosidad está “la” generosidad. Una cosa concreta se refiere a que participa de algo absoluto. El amor no lo hemos inventado nosotros, el amor “es”. Esta idea nos permite ver nuestras experiencias como un proceso mucho más amplio y complejo. Dicho con otras palabras: no creemos que no haya camino, que se haga al andar; creemos que al andar pisamos el camino, pero este ya existe, está hecho. Pero para que tenga significado para mí tengo que hacerlo yo, mi yo. Y al hacerlo muchos, es “nuestro” camino. Pero alguien trascedente ya lo hizo antes.
En el segundo, la idea de que hay un antes y un después, vemos que nuestra vida está abierta al pasado y al porvenir. Vamos, que a día de hoy, en la penúltima etapa, está claro que vinimos con una mochila cargada de experiencias anteriores a este proceso, pero también lo está que después de esta vendrán otras…para nosotros y para toda la humanidad aunque nosotros ya no estemos. Es necesario sabernos seres temporales. Nos “pone en nuestro sitio”. Nos recuerda la necesidad de la humildad, por un lado, y de la responsabilidad, por otro. La humildad nos permite meditar que habrá un mañana, que hay un después. La responsabilidad nos anima a avanzar pero pensando en el nosotros y en que nos espera un meta mucho más lejana.
En fin, la ciencia no lo explica todo y seguro que hemos “sentido” cansancio, tensión, alegrías y tristezas…pero también, solidaridad, comprensión, compasión…todas ellas variantes del “Amor”.
- 30. Celebramos y recordamos. Cuando llegamos de vuelta a casa: contamos, celebramos…e influimos.
30. Celebramos y recordamos. Cuando llegamos de vuelta a casa: contamos, celebramos…e influimos.
"Ved: qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos"
(Sal 123, 1)
Y ya en nuestra “casita”, con el equipaje en su sitio…lega la hora de dar noticia de todo lo ocurrido.
Alguien se imagina lo que ocurriría si no hubiera “historia”, si no supiésemos nada de lo ocurrido hace un instante. Hay una enfermedad muy triste que tiene ese síntoma: la pérdida total de memoria.
En esta última etapa del camino hacia la madurez, pasando por el cambio, os animamos a contar, a decir, a construir una historia con vuestras experiencias y sucesos. La historia que sale de lo vivido es la mejor, es la que ayuda a festejar, a reír con los demás, a cantar, a bailar, a poner videos, etc., a intentar traspasar algo de lo que hayamos aprendido a los demás a influirles de modo teledirigido.
Si hemos sido tan previsores que hemos ido tomando notas, contémoslas, animemos un rato con otros para compartirlas. Si no apoyémonos en el repaso de estas etapas. Pero, por favor, hagamos una celebración con todos nuestros seres queridos. Si no, podría parecer que no vale la pena recordar nada de lo meditado, de lo sentido. Si sí, el festejarlo nos permitirá reafirmarnos en que vamos “por el buen camino”, ya que la vida no se acaba con este periplo por nuestro interior.
La fiesta tiene ese gran sentido de hacer memoria, y sin ella la vida es triste, se queda en poca cosa.
En fin. Bienvenidos a todos y que este camino nos haya sido provechoso.
Muchas felicidades.