Novelado
24º El perdón
Al día siguiente
se presentó la ocasión de encontrarme con Paco a sólas, en la
senda escarpada que remontaba los Ancares.
- Quiero hablar contigo. Es difícil para mí. Cuando el otro díate preguntaba con tanto interés estaba pensando en mí. Me dijiste que Jesús había dicho que era posible nacer de nuevo, pero hasta dónde puede perdonar Dios…
El capellán seguía en silencio, invitándome a continuar. Con trabajo tragué saliva, me sudaban las manos, y sentía un enorme congojo ante lo que tenía que decir.
- He matado a un hombre. ¿Puede Jesús también perdonar esto?
Las palabras, graves, pausadas resonaron en mis oídos
– Puede, y quiere perdonarlo todo. Todo es todo. Absolutamente todo.
Silencio.
Continuó: - ¿Recuerdas cuando en el Evangelio le preguntaron los discípulos cuántas veces tenían que perdonar, lo que les contestó? Hasta setenta veces siete, hasta el infinito.
Un silencio más prolongado.
- Pero el chico no está aquí -interpuse, con un hilo de voz- le he quitado la vida, ¿cómo me puede perdonar?
- Para nosotros ha terminado su vida tal como la conocemos ahora. Pero no ha terminado su vida para Dios. Hay una vida más grande que todavía no conocemos, allí sólo Dios es Señor. Él es el que da la vida, y por eso puede perdonar, ¿cómo se llamaba el chico?
-David.
- Dios puede perdonarte porque la vida de David le sigue perteneciendo a él.
- Me gustaría poder hablarle, ¿crees que rezándole a Dios le llegarían mis palabras?
- Estoy seguro de que sí, y que un día podrás encontrarte cara a cara con David y decírselo tú mismo. Te voy a dar el perdón de Dios y te invito a hacer algo que sí puedes hacer ya ahora. Vamos a tener una celebración en el Cebreiro y voy a ofrecer la Misa por David. Ven tú también y ofrece la Misa por él y por todas las personas a las que has hecho daño. En ese momento estaremos todos unidos en la paz de Dios, recibe tú también esa paz.
Seguí caminando sin poder articular más palabras, mientras las lágrimas me bajaban incontenibles por la cara, salpicando la camiseta, perdiéndose en la tierra dura y pedregosa del camino, en un llanto silencioso de alivio y felicidad.