Novelado
15º Mamá
Siempre había sido
el chichí de mamá. Era el pequeño de la familia, tres años menor
que Rodrigo, y por despierto, cariñoso y lindo, me quedaba con todo
el mundo. Mi madre presumía de mí cuanto podía: - Rodrigo es muý
trabajador, en cambio Miguelín no necesita estudiar para llevar
buenas notas. - Miguelín es igualito a papá. De hecho, llevo el
mismo nombre que el abuelo. Recuerdo a mi madre como una mujer
sonriente, guapa y elegante. Ojos grandes y verdosos, delgada y
esbelta, con mucho gracejo del sur al hablar. Como hija de militar,
había recorrido distintas ciudades de niña, desde su Ceuta natal,
hasta que finalmente se afincó con mis abuelos en Cartagena. Allí
conoció a mi padre, algo mayor que ella, y se casaron siendo ella
todavía muy joven. Mi padre era un hombre de aspecto grave, de pocas
palabras, y con un gran sentido del deber y mucho amor propio. Alguna
vez entre bromas le preguntábamos a mamá por qué se había casado
con un hombre tan serio, y ella contestaba riendo que aunque no lo
parecía era un gran bailarín. Yo creo que era el favorito de mi
madre por ser el benjamín y tener tanto en común con ella.
El recuerdo de mi padre viene en cambio marcado por las ausencias, motivadas por su lejanía física al pasar tanto tiempo embarcado, pero también por la frialdad de su carácter. Ahora soy capaz de reconocer valores suyos como el sentido del deber, la honestidad, pero también me doy cuenta de que eché de menos su cariño.
Me duele mucho haberme alejado de ellos, haber frustrado sus ilusiones, que me tuviesen que ver caer en el hoyo. Si en lugar de engancharme a las drogas me hubiese muerto, creo que para ellos hubiese sido más fácil. Pero ahora no es posible echar atrás el reloj de la vida. Me hubiese gustado poder creer más en Dios, y pensar que mi padre puede escuchar mis palabras de perdón. Y me pregunto si algún día tendré el valor para hablarle a mi madre antes de que sea demasiado tarde. La ruta atraviesa ahora entre pinares, y tres gacelas, una madre con sus crías acaban de cruzarla corriendo, y se me figuran como un signo de la vida que se abre paso ante mí sin detenerse.