17º Se amplía el grupo

- Mañana se une a nosotros el capellán, llega en autobús por la noche a León.

Don Paco, que así se llama, lleva ya unos cuantos años en el Centro, y es un hombre ni mayor ni joven, enjuto de aspecto, y de pocas palabras. No había hablado mucho con él, lo saludaba y eso, pero desde hace años había desarrollado una cierta desconfianza hacia los curas, y tampoco en la cárcel había tenido interés en me acercarme a él. No me era tampoco una figura demasiado simpática, aunque sabía que ayudaba a muchos internos. Con nosotros venía haciendo el Camino un voluntario de la Pastoral, Carlos, que no conocía de Teixeiro, pero que me cayó bastante bien en cuanto fui coincidiendo con él.

En cambio sí tenía un recuerdo muy agradable de la hermana Soledad, una monja que nos visitaba en primer grado. Allí me había conseguido algo de ropa, una TDT para una tele vieja que me había pasado otro preso, y varios detalles más. Su visita era un verdadero respiro en aquel infierno. También recuerdo que me agradaba de ella que no me diera la chapa con temas de religión. - Miguel, debes de ser el único que no me pide un rosario. Yo me reía con ella -Hermana, no todos se lo piden para rezarlo – Eso ya lo sé yo, pero a ti no te hacía ningún daño rezar un poco. - Yo creo en Dios a mí manera. Pero no entiendo por qué es necesario rezarle a una imagen. En realidad eso se lo había escuchado a los del culto evangélico, y la intentaba picar con eso, pero lo que es a mí esos temas me tiraban de un pie. Me daban igual todos: musulmanes, de la Iglesia, o del culto. - Pero si te molesta que venga la monja a verte no vuelvo y ya, me decía con una sonrisa. - Hermana, no me deje, que usted es la abuela que me queda. Cada vez que viene me hace un poquito menos malo. - ¿Quién te ha dicho a ti que eres malo? Las personas podemos hacer cosas malas, incluso muy malas, pero eso no quiere decir que no guardemos un poquito de bondad en el fondo. Y yo de broma le respondía – Aquí dentro no nos han metido por buenos. Pero por dentro pensaba, ¡cuánto me hubiese gustado poderla creer!