Novelado
9º Compañeros de camino
Junto a nosotros
hacía el Camino Ricardo. Don Ricardo era el educador del módulo
terapéutico. Yo nunca había tenido una relación fácil con los
funcionarios. Ya desde mis años mozos había empezado a desconfiar
de la policía, y de todo lo que sonase a autoridad. Al principio de
mi paso por la cárcel simplemente había procurado mantenerme a
distancia de ellos. Después me acerqué lo justo para que me dieran
el trabajo, o algún beneficio. Hubo un momento que me vino a ver Don
Ricardo para ofrecerme entrar en la UTE: - Es una oportunidad para
dejar el mundo que te ha traído hasta aquí. En aquel momento yo no
tenía ninguna expectativa más que vivir el día a día, que me
dejasen en paz y estar tranquilo. Sabía de la exigencia del módulo
6: disciplina, autoorganización. Sabía de mi problema, pero en la
cárcel simplemente me bastaba con fumar, tener los trapicheos justos
para conseguir el costo, y total ¿para qué? Tenía muchos años por
delante. El 6 no era para mí. Sí me interesaba el trabajo, tener un
dinerillo para mis gastos. Entré en el taller de carpetas, y pude
tener unos ingresos, y no depender ya de lo que de vez en cuando me
pasaba Rosa. Hasta que me registraron un día en la ropa del trabajo
y apareció la marihuana. Después vino el parte, el retroceso a
módulos talegueros, los problemas y las peleas. Me hice más
antisocial y desconfiado, y no permitía que nadie se me acercase.
Pero necesitaba la droga más que nunca, y así las deudas, más
peleas, chivatazos, hasta que acabé en primer grado.
Allí, en el pabellón de aislamiento fue donde tuve el intento, prendiendo fuego a las mantas de la cama. Sólo recuerdo de aquel día, que, ya caído en el suelo, casi sin consciencia, tiraron de mis piernas hacia afuera, hasta que me sacaron al corredor. Después supe los nombres de aquellos dos funcionarios, Pedro, alias Peter, y Roque, éste apenas un chaval, casi se desmaya cuando ya estábamos a salvo. Muchas veces pensé por qué razón habían arriesgado la vida por mí, por qué simplemente no me habían dejado arder. En el momento del rescate yo podía estar dentro esperándolos para atacar. Con el tiempo tuve una revisión de grado, y me volvió a visitar Ricardo. Esta vez le dije que sí, que estaba dispuesto a intentar la terapia. Ahora me doy cuenta de cuánto le debo.
La humanidad también es posible en la cárcel, y entre los funcionarios. Que sí hay gente que te da una oportunidad. Hoy he tenido ocasión de darle las gracias, y me sorprendió ver que detrás de su carácter más bien seco, también puede haber emoción y ternura. Me contó de su vida y de su dolor. Hacía años había perdido a su mujer, y se había dado al alcohol. Hasta que encontró ayuda en Proyecto hombre y pudo volver al trabajo, y a la vida. Me contó de la gente que había confiado en él, y que siempre había una oportunidad en la vida. Antes de llegar al albergue me pasó una estampa de la Virgen de su pueblo, Nuestra Señora del Camino, y me dió una palmada de ánimo. Ahora, en la litera, en penumbra, me sorprendo al notar esta estampa contra mi pecho, y mientras mantengo su rostro en la memoria, agradecido, intento musitar una oración por él.