Novelado

14º Enfrente del espejo

Esta vez no encontramos sitio en el albergue, y tuvimos que buscar alojamiento en un pequeño hostal, en donde compartimos habitaciones dobles con cuarto de baño. La verdad es que era con mucho la fonda más cómoda desde que salimos. A la mañana siguiente, mientras me afeitaba, me eché un largo vistazo con curiosidad. Desde hacía mucho tiempo evitaba mirarme con mucho detenimiento en el espejo. No me agradaba ver mi aspecto ajado y deteriorado. Hoy, sin embargo, me detuve contemplando mi reflejo. Me sorprendió encontrarme por primera vez, con el paso de los años, un parecido con mi padre. Aunque, como tantas veces de niño me habían dicho, tenía mucho más con mi madre, y sobre todo, con las fotos del abuelo de Cartagena que no había llegado a conocer. Estas impresiones evocadoras se yuxtaponían en el rostro de un hombre todavía joven, de cuarenta y cuatro años, pero envejecido prematuramente. La cara chupada por la delgadez y las faltas de varias piezas de la dentadura. En el pómulo derecho tenía la cicatriz mal curada de un corte que me habían echo con un vaso roto de cubata en una pelea nocturna. El rictus de la boca, y los ángulos marcados de la cara formaban un gesto duro, propio de alguien maltratado por la vida. Los cabellos rubios se mezclaban ya con las canas, y las entradas se habían acentuado. Los ojos azules, en otro tiempo alegres y expresivos, se envolvían en un halo de tristeza. Pero, después de estos días de caminata al aire libre, el color de la piel, apagado y cerúleo, mostraba en cambio un color más intenso y saludable. Y en el fondo de mi mirada se adivinaba una expresión de dulzura. En conjunto, todavía se conocía al hombre bien parecido, al que en su juventud se le negaban pocas atenciones por su encanto y simpatía. ¿Por qué hay tantos niños guapos en la cárcel? Y me digo si no hubiese sido mejor para mí que la naturaleza no me hubiera favorecido tanto.


Last modified: Monday, 9 November 2020, 11:50 AM